Si has leído los textos que
pone la Iglesia en la liturgia de la misa para este día, después de hacer
las recomendaciones iniciales de ponerse en la presencia del Señor, poniendo en
sus manos todas nuestras intenciones, acciones y operaciones, cerquita de la
Virgen Inmaculada, en su campaña que nos pone en marcha junto con san José,
“gran padre de mi alma” como escribe santa teresa, tu oración puede discurrir
sin necesidad de lo que voy a escribir: La imagen del Cordero –nadie es osado
de abrir el libro de la vida, el rollo con los siete sellos ni en
el cielo ni en la tierra- el ÚNICO que lo puede abrir, quien lo tiene
todo para poderlo hacer, pues viene con las señales propias de degollado,
los siete cuernos de Poder, los siete ojos de ver y conocer todo, los
siete espíritus quizá de los siete dones, esta repetición del número siete como
diciendo de quien lo tiene todo de forma perfecta y delante los testigos
del Antiguo y Nuevo testamento: “Eres digno de tomar el libro y de abrir
sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has comprado para Dios
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación”
A qué precio nos ha comprado para que
nos demos cuenta de cuánto está interesado en que seamos gloria suya,
participemos de su reino, para el que nos había destinado desde un principio.
Ahora podemos añadir lo que nos dice
el salmo: “Nos hiciste para nuestro Dios”. Siempre el salmo es como una
aclamación para responder todos a la lectura primera que se ha proclamado
aceptando, alabando, cantando, recibiendo,…lo narrado en la primera lectura.
Pero Jesús en el Evangelio llorando
nos habla y nos dice: “Si al menos tú comprendieras… Pero no reconociste el
momento de mi venida”. Esto es lo que más le duele al Señor, el ser
rechazado, no ser reconocido como el enviado para salvarnos.
Nos tiene que mover a volvernos hacia
Él y decirle: “Si, tu eres el que tenía que venir, el Cordero, que
nos muestra el libro de la Vida, el camino que conduce a la paz, quien
merece un cántico nuevo que resuene en mi corazón, en todos los hombres, en
todos los pueblos, en todas las lenguas. Tu eres el Rey del Universo”.
Y lo hacemos con una oración
como santa Teresita: “Para mí la oración es un impulso del corazón, una simple
mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en el
interior de la prueba, como cuando me invade el gozo, en fin es una cosa muy
grande, sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús”
Para acabar, mira si tu oración
responde a alguna de estas notas características que señala Santa Teresita:
impulso, mirada, grito de agradecimiento y de amor,… y dale gracias al Espíritu
Santo que te ha guiado y verás multiplicada la gracia en ti. Así seremos
hombres de oración, gracia que nos puede conceder la Inmaculada en esta
Campaña.