23 noviembre 2016. Miércoles de la XXXIV semana de T. Ordinario – San Clemente I – Puntos de oración

Vemos hoy, en las lecturas, esa alternancia de la ira de Dios con el canto de los vencedores que alaban su  justicia y santidad. También nos muestran las persecuciones con el contraste de la fortaleza y las grandes motivaciones, “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
En Lucas 21, Jesús nos muestra, con realismo y esperanza, lo que, a causa de su nombre, puede ocurrirnos en algunas ocasiones; os echarán mano, os perseguirán… haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores. Y no excluye, del grupo de instigadores a los familiares, aunque todos os odiarán por mi nombre.
Hasta aquí podrían ser motivos de desesperanza. Pero nos anima, pues esto nos servirá de ocasión para dar testimonio. Pensar que dar testimonio es algo nuestro sería un error. Jesús nos anima, no tenéis que preparar vuestra defensa. Porque podría parecer que convencer depende o no de nuestras palabras. Sin embargo, nos dice yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Llama la atención cómo el Señor cuenta con nosotros y nos lanza a la arena del testimonio. Nos avisa y predice el sufrimiento que vamos a tener. Pero sin dejarnos de su mano, yo os daré.Estas palabras serían para grabarlas a fuego y repetirlas ante cada impotencia, miedo o egoísmo que nos veamos incapaces de vencer.
Todo lo anterior, podríamos decir que son como “anécdotas” que es probable que nos ocurran. Pero, lo realmente decisivo, es el amor que nos mueve en las situaciones de contradicción y olvido de nosotros mismos que van a  requerir. También en esto Jesús ha ido por delante y sabe de lo que nos habla. Y me refiero, no tanto a la fortaleza en el sufrimiento, cuanto al amor que debe mover el deseo de testimoniarle. El acogerse al Padre para, en todo, recibir y mostrar lo que él nos va dando.
Luchar, dar la cara, tener fortaleza en el testimonio (ante amigos o enemigos, familiares o alejados),  y vivirlos con paciencia, nos preparan a algo grande, salvaréis vuestras almas. Hoy día, tenemos muchos y admirables ejemplos de esta entrega en paciencia y amor. Ahí está Asia Bibi, desde hace varios años en la cárcel y tantos hermanos perseguidos, arrestados, ajusticiados sin causa por el nombre de Cristo.
Como a San Juan de la Cruz, la persecución y el dolor pueden dejarnos más abajo y rendido que nos haga pensar: no habrá quien alcance. Pero de aquí surge la maravilla:
Abatíme tanto tanto/ que fui tan alto tan alto/ que le di a la caza alcance. No nos veremos defraudados porque esperanza del cielo/tanto alcanza cuanto espera.
Podemos pensar en María y cómo, haciéndose pequeña, pudo alcanzar esa fortaleza para estar junto a la cruz. Cómo, por su paciencia de madre, fue coronada como reina y señora…porque se hizo pequeña, la que es madre de Dios. Y en abajarse y hacerse pobre esclava, la gran lección te daba de amar la humillación (Abelardo de Armas- Para vivir la santidad)

Campaña de la Inmaculada para hacerse pequeños. Campaña de amor, hecho testimonio, mirando a Jesús y la Virgen.

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