Leyendo las lecturas del evangelio
del día, los puntos de hoy los quiero dirigir hacia la virtud teologal de la
fe. Virtud que nos es concedida por Dios y que, aunque nos es dada, hay que
cuidarla y alimentarla si no queremos perderla o que ésta languidezca. La
súplica constante en este día debería ser como escribe el evangelista: “Señor
auméntanos la fe”. Fortalece nuestra fe que desfallece. Afianza nuestra fe en
esa roca firme que eres Tú. Hazla viva, eficaz y operante, de manera que mueva
montañas.
El peligro que tenemos es el de no
fiarnos, por eso pedir con insistencia. El peligro de dejarnos llevar de la
inercia, de apoltronarnos. Tantas veces la he pedido y me veo igual. La
desconfianza.
Este fin de semana fui a Madrid y
constaté de nuevo que a la misa de los domingos está acudiendo mucha gente del
vecindario, a los cuales nunca les había visto en toda mi vida, gente que yo
siempre he considerado que estaban alejados. Y sin embargo ahora se han abierto
al Señor. Algunos van a misa a diario y colaboran en la parroquia. Para mí,
este hecho ha supuesto mucho, primero porque son gente querida y segundo porque
se vuelve a manifestar que Dios no para de manifestarse.
Otro hecho que me ha afianzado en la
fe fue la actividad de Laicos
en marcha. He visto crecer a muchos de los militantes y he estado cercano a
muchas de las familias que participaron, y el grado de compromiso que han
mostrado indica que Dios está pasando por sus vidas. Realmente el testimonio
que damos qué repercusión tiene. San Pablo en la primera lectura le dice a
Tito: “hijo mío en la fe que compartimos”. Y es así la fe creída, hecha vida y
compartida es un testimonio tan grande que a los que están cerca les interroga.
Lo mismo que una fe muerta y no transmitida languidece, escandaliza. Puede que
no lleguemos a provocar enormes escándalos con nuestras vidas, pero sí que nos
podíamos plantear si no es escándalo el no vivir plenamente la fe. Y muchas
veces con esto escandalizamos a los pequeños, aquellos que son pequeños en la
fe y que cualquier cosa que hagamos les interroga y les puede aumentar o mermar
su fe. Están más pendientes de nosotros de lo que creemos.
Estimularnos en la vida de la fe, en
nuestra vida como cristianos. Incluso reprendernos cariñosamente si no vivimos
como deberíamos vivir. Eso nos dice hoy el evangelio. Y perdonar, que es lo más
difícil. Ahí es donde podrán decir aquellos que nos contemplan:mirad cómo se
aman. ¿Qué les lleva a perdonar setenta veces siete? Que la vida de
oración, que la apertura a la fe y su acción eficaz, se manifieste hoy en
nuestras vidas. Que seamos como hoy recomienda San Pablo: intachables, no
arrogantes ni coléricos, ni ávidos
de lo material, sino hospitalarios, prudentes, justos, dueños de nosotros
mismos. Cada uno alargue la lista con lo que le dé a entender el Señor en la
oración.