8 noviembre 2016. Martes de la XXXII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

La primera lectura nos hace una sugerencia para la oración de hoy: hacer un examen de vida personal. La exhortación que San Pablo dirige a San Tito muy bien puede aplicársenos a cada uno de nosotros. El nivel de exigencia que le pide es muy alto, pero acorde a la responsabilidad que le ha confiado: obispo y enviado suyo en Creta, ser el pastor y padre de una comunidad de hijos de Dios, de salvados por la Cruz de Cristo. Quizá nosotros no tengamos un nombramiento y mandato tan expreso como el de Tito, pero si algo hemos podido aprender del Padre Morales es que la Iglesia depende de mí, sea cual sea mi estado de vida. Soy tan responsable de ella como sus pastores -ya sean sacerdotes, obispos o el Papa-, la Iglesia será lo que yo haga que sea.

Desde esta perspectiva podemos enfocar la oración. Ponernos delante del Señor y decirle: “Hubo quien te preguntó que si acaso era responsable de su hermano, ¿qué ejemplo doy yo a los míos? ¿Qué esperas tú de mí? ¿Cuál de las figuras de la carta de San Pablo debo tener en cuenta para mí vida: la del anciano o la anciana, el padre, el joven, quizá otra? ¿Qué dicen de mí los que me conocen? ¿Qué imagen de Ti doy? ¿Cuál es el siguiente paso que tengo que dar? ¿Dónde estás Tú presente haciéndome signo de la vida nueva que has derramado sobre mí?” Que sea un momento para descubrir nuestras debilidades y los pasos que el Señor quiere que demos, pero también para descubrir su presencia en nuestra vida, para contemplar dónde se ha hecho presente “enseñándome a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos y a llevar una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador Nuestro, Jesucristo” (primera lectura). Pero sin engreírnos en esas gracias porque “Es el Señor quien salva a los justos” (versículo del salmo), nosotros somos, como dice el Evangelio, "unos pobres siervos que hemos hecho lo que teníamos que hacer". Nuestra alegría es haber participado en la Salvación que Cristo trae a la tierra, el habernos hecho un poco más parecidos a Él y, así, estar un poquito más cerca del Cielo.

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