“Convertíos a mí de todo corazón”:
Así resuena la voz del Señor al comenzar la Cuaresma, con una invitación a
volver a Él, a que nuestros corazones se vuelvan por entero hacia Él, fuente de
la Vida, dejando sus egoísmos y todo cuanto nos aparta de Dios. La Cuaresma es
seguir a Jesús al desierto, imitándole en su oración y ayuno, combatiendo con
los enemigos del alma. Nos pueden ayudar las súplicas que el P. Morales nos
proponía para la oración de estos días cuaresmales:
¾ Santa María de la Cuaresma: enséñame a contemplarle,
contigo, en la soledad del desierto.
¾ Inmaculada Madre de Dios: enséñame a vivir virginidad de
corazón, acompañando a Jesús-Desierto.
¾ Corazón de Jesús-Desierto: Contigo en oración y
penitencia.
¾ Corazón de Jesús-Desierto: Contigo, luchando y triunfando
del enemigo.
El evangelio nos propone, del Sermón
de la Montaña, los medios de la oración, el ayuno y la limosna, practicados
para que los vea nuestro Padre del cielo y no para gloria nuestra. Nos dice el
papa Francisco en el mensaje para la Cuaresma de este año:
“La Cuaresma es un tiempo propicio
para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la
Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está
la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con
mayor frecuencia”. Particularmente, el papa, comentando la parábola del hombre
rico y el pobre Lázaro, nos dice que “La primera invitación que nos hace esta
parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada
persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un
tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o
en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro
camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”.
Como este año es el Centenario de las
Apariciones de Fátima y seguramente que tenemos previsto acudir en
peregrinación jubilar en algún momento, una forma concreta de vivir esta
cuaresma es hacer nuestro el Mensaje de la Virgen y practicarlo. Cuando Juan
Pablo II visitó por primera vez Fátima al año siguiente de su atentado, dijo estas
palabras: “si la Iglesia aceptó el mensaje de Fátima, es sobre todo porque
contiene una verdad y un llamado que, en su contenido fundamental, son la
verdad y el llamado del propio Evangelio. ‘Convertíos (haced penitencia),
y creed en la Buena Nueva’ (Mc. 1-15): son estas las primeras palabras del
Mesías dirigidas a la humanidad. Y el mensaje de Fátima, en su núcleo
fundamental, es el llamado a la conversión y a la penitencia, como en el
Evangelio”.
Dejemos que este mensaje resuene para
nosotros al iniciar la cuaresma con la ayuda del P. Eduardo Laforet,
escuchándolo como él lo hizo propio en su segundo mensaje: “Escucha hoy una
invitación amorosa: hace solo algunos años la Virgen nos traía del cielo la
respuesta misericordiosa de Dios a la rebelión de los hombres... ¿Serás tan
tibio y olvidadizo que resistas a la voz de María?... La Virgen te suplica
esperanzada y llena de amor: ¿Quieres ofrecerte a Dios para soportar todos los
sufrimientos que quiera enviarte, en reparación por los pecados con que es ofendido
y en súplica por la conversión de los pecadores?”
La Virgen prometió a los pastorcillos
que la gracia de Dios los fortalecería para cumplir su ofrecimiento generoso y
que su Corazón Inmaculado sería su refugio y consuelo. Seamos generosos con
Dios en esta cuaresma y respondamos con amor a su invitación a la conversión y
a ayudar a nuestros hermanos a volver a Dios:
“Rezad, rezad mucho y haced
sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener
quien se sacrifique y rece por ellas” (cuarta aparición Fátima).