Comenzamos la oración pidiendo al
Espíritu Santo que venga sobre nosotros, que nos enseñe a rezar, que abra
nuestros oídos y nos acompañe a lo largo de todo el día.
Hoy el Señor nos deja en el evangelio
tres momentos deliciosos. El primero me llama mucho la atención. Con qué
claridad habla Jesús, qué sencillo y transparente. Pero claro, el problema es
que quienes le tenemos que entender muchas veces nos sobrepasa y no somos
capaces de ver nada. Hoy el Señor nos llama a la confianza, aunque no
entendamos nada, no veamos nada, pensemos todo lo contrario, vamos a fiarnos
ciegamente de él. Como se fía un bebé de sus padres.
El siguiente mensaje que nos da, es
el reflejo de su vida misma, todo un programa de vida en una sola frase. Quien
quiera ser el primero, quien quiera ser feliz, que se ponga a servir a los
demás. Salir a las periferias nos dice el Papa, no hace falta irse lejos, salir
de nuestro propio yo y servir a los que tenemos al lado son también nuestras
periferias. Cambiar la pregunta ¿qué
puedo hacer para mejorar? por ¿qué puedo hacer para ayudar?
Finalmente iguala el servir a los
demás con servir a Dios, es lo mismo. Una vez más no acabamos de entender esto,
cómo va a ser lo mismo ayudar a esta persona que me hace tanto daño y servir a
Dios. Cerremos los ojos y fiémonos, habla tan claro que sólo queda confiar.
Invito a hacer la oración de hoy
preguntando al Señor ¿Qué puedo hacer hoy para servir a los que pasen a lo
largo de mi día?
Aprendemos de María, que seguramente
sean cosas escondidas, de las que nadie se da cuenta, silenciosas, pequeñas.
Madre, maestra de amar sirviendo ayúdanos.