Oración preparatoria: Señor, que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de tu divina majestad.
Como composición de lugar, después de
leer la escena del evangelio de Marcos, os invito a contemplar el cuadro de
Rafael sobre la Transfiguración y el milagro de la curación del niño
endemoniado. http://www.epdlp.com/cuadro.php?id=1013
En nuestra oración la mirada se debe
centrar siempre en Jesús: Él es el centro de nuestra vida. Eso mismo quiso
representar Rafael Sanzio en 1520: todas las miradas o los gestos están
dirigidos a Jesús y cuando no es así todo anda mal.
No os distraigáis mucho con el
cuadro, si la lectura del evangelio os resulta suficiente. El cuadro es solo un
medio para llegar al diálogo con Jesús, pero quizás merece la pena describir
algún detalle. Fue la última obra de Rafael, que murió el viernes santo de
1520, dejando el cuadro sin terminar. Lo colocaron en la cabecera de su cama.
Algunos han comentado que Rafael
quiso dividir el cuadro en dos escenas verticales: la escena inferior está
llena de tensiones y claroscuros. Los nueve apóstoles que han quedado abajo del
monte se muestran frustrados ante la imposibilidad de curar al niño endemoniado
que se retuerce ante la mirada angustiosa y suplicante de sus padres. Están
perdidos en las sombras de la duda, porque les falta la fe, en unos para obrar
el milagro, en otros para creer. El mismo niño tiene una mirada extraviada,
incapaz de mirar de frente a su Salvador.
En la escena superior, con colores
luminosos, Cristo manifiesta el esplendor de su divinidad. Es el Hijo de Dios. Aquel
del que hablaron la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías). A los pies de Jesús,
deslumbrados y desconcertados, están Pedro, Santiago y Juan.
La escena que nos cuenta el evangelio
de hoy es el encuentro de Jesús con el dolor y el sufrimiento del mundo. Solamente
Él es el salvador. Solamente cuando Jesús entra en nuestra vida es cuando se
produce la salvación.
¿Por qué los apóstoles no han sido
capaces de curar al niño? Marcos da dos respuestas que pone en labios de Jesús.
Primero, porque no han tenido fe. Es lo que manifiesta le expresión airada de
Jesús cuando el padre del niño le cuenta que sus discípulos no han podido
curarle: “¡Generación incrédula!” Segundo, porque no lo han pedido de verdad y
de corazón, porque no han suplicado el milagro a Dios. Es lo que dice Jesús
cuando sus discípulos le preguntan porque ellos no han podido expulsar al
demonio y curar al niño: “Esta especie solo puede salir con oración”.
En la escena de la Transfiguración
narrada por Marcos nos dice que en el monte se oyó la voz del Padre que decía:
“Este es mi Hijo amado, escuchadlo”.
Esta es la voluntad de Dios que se me
revela hoy, y que atraviesa toda mi vida: Dios Padre me pide que escuche a
Jesús, que día a día medite y viva su Evangelio. Y hoy el Evangelio da una
respuesta clara a lo que debo hacer ante cualquier sufrimiento humano: creer en
Jesús, confiar en su fuerza salvadora y rezar, suplicar para que nos llegue su
gracia.
Podemos terminar la oración al estilo
de María, pasando por el corazón los sufrimientos que conocemos de los que nos
rodean y suplicando al Señor que alivie ese dolor. Y si nos falta fe, hagamos nuestra la
oración del padre del niño endemoniado: “Creo, Señor, pero ayuda a mi falta de
fe”.