1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios.
Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración
preparatoria de Ejercicios (EE 46): “Señor, que todas mis
intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y
alabanza de tu divina majestad.”
2. Petición. Por los cristianos perseguidos en tantos lugares del mundo por ser
coherentes con su fe.
3. Composición de lugar. (una imagen para ayudarnos a hacer la oración): Martirio de San Juan
Bautista (Caravaggio).
4. Puntos para orar: Hoy, primer viernes de febrero, el evangelio nos muestra el martirio
de San Juan Bautista. Fue un mártir por defender la santidad de la familia y
por ser coherente con lo que su misión profética le pedía. Fue testigo de la
verdad, de Jesucristo, que empezaba a manifestarse por aquellos días. Y creo
que fue también un ejemplo de saber dialogar con los que se oponen a la sana
doctrina, a pesar de su sangriento final. Herodes lo mando decapitar por
cobardía, para no quedar mal ante los invitados a un banquete y ante su
sanguinaria querida y a la desvergonzada hija de ésta. “Porque Herodes
respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía.
Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con
gusto” (Mc 6, 20)
Los poderosos de entonces, como los de ahora, como yo tantas veces en mi
vida, prefiero mi camino ancho que pisotea los mandamientos y los derechos de
Dios y de los demás. Y no quiero ir, y me resisto a entrar por el camino
estrecho que lleva a la vida. Y no veo que es el que me lleva a la felicidad
aquí ahora y luego en el cielo (cf. Mt 7, 13 y ss.). Y la escena evangélica es
un aviso para nosotros. No podemos servir a Dios y andar buscando nuestro
interés. Sin embargo, si buscamos el interés de Dios el nos defiende y nos
tiene en su mano, como tuvo a San Juan Bautista durante su vida y en su muerte,
llegando a ser testigo martirial de la verdad. Y el salmo 26 no dice como debe
ser nuestra actitud en la tentación y en las pruebas: esperanza y valentía; “Espera
en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.”
No sabemos qué fue de Herodías y de su hija, pero me gusta pensar que el
martirio de Juan les alcanzó la gracia de la conversión y en algún momento, y
de de alguna manera, quizá a través de la predicación de Pedro o de alguno de
los primeros cristianos, como le pasó a San Pablo con el martirio de Esteban,
la sangre de Juan les llegó a alcanzar la salvación.
5. Hoy, primer viernes de mes, día
que la devoción del pueblo cristiano dedica al Corazón de Jesús, podemos leer
despacio, saboreándolo, el salmo 26 que nos propone la liturgia de hoy:
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
6. Unos minutos antes del final de la
oración: Diálogo con la Virgen. Pedirla que
seamos fieles siempre a su hijo. Avemaría.
7. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido
alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he
sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de
las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme
algo concreto para enmendarlo.