5 enero 2017. Domingo V del Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

¡Domingo! ¡Día del Señor! ¡Feliz Domingo! ¿No exulta tu corazón de gozo hoy? ¿No se llena de luz tu vida porque hoy recordamos el enorme Amor de Dios con nosotros? ¡Llénate de esperanza! ¡Exulta de gozo! ¡Salta de alegría! ¡Grita de júbilo! Incluso, si estás pasando duras circunstancias, dale gracias a Dios porque él sufre contigo hoy, en su sacrificio en la Eucaristía Él alivia tu dolor haciéndolo suyo. Y, si estás en un momento de especial paz y confianza, da gracias, que no sabes la suerte que tienes.
Hoy en las lecturas se nos propone un modelo de santidad: el justo; y una forma de llevarlo a cabo: la caridad con los más desfavorecidos. Plantéate, hoy Domingo, ¿qué puedo hacer yo por ayudar a alguna persona que lo esté pasando mal en el cuerpo o en el alma? “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, cubre a quien ves desnudo y no te desentiendas de los tuyos. […] Cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía”.
Y una llamada, este Evangelio es un grito a nuestro corazón, a lo más hondo de nuestro ser, nos dice, clara y contundentemente: “Vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra. Escucha cómo el Señor te llama hoy para su misión con esa voz que traspasa corazones. Tú, hermano, eres luz para este mundo, Dios te ha soñado así, para que ilumines a otros, porque “si tú no ardes de Amor, muchos morirán de frío”. Tú, hermano, eres sal para esta tierra, eres el que le tiene que dar sabor a la vida de los que Dios ha puesto a tu lado, de ti depende que sean unos sosos o que, con la ilusión renovada de la santidad en sus ojos, vivan una vida plena. Dios te quiere así, sal y luz, vida y esperanza. Dios no quiere cristianos sosos, no quiere cristianos apagados, necesita cristianos alegres, audaces, entregando con radicalidad la vida por el Reino, necesita cristianos felices, excelentes en todo lo que hacen, exigentes consigo mismos, reflexivos, constantes, responsables, astutos. Necesita santos, ni más, ni menos. No se conforma con una vida mediocre, te quiere al pie del cañón, allá donde Él te sueña, con la gente con la que vives. Santos. Dios Nuestro Señor te necesita, a ti. ¿Cuál es tu respuesta hoy?

Por último proclama el Evangelio, duro como una sentencia y firme como la roca pero esperanzador y sencillo, como el mandato final de un Padre a sus hijos: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.” Como el envío final de la Misa, “podéis ir en paz”, que no es un “hala, a correr, que ya se ha ‘terminao’ la Misa” sino un eco de aquel “Id y proclamad el Evangelio a todos los pueblos”. Escucha hoy en la Eucaristía ese mandato final con especial devoción, responde el ‘demos gracias a Dios’ de corazón, pues es Dios mismo quien te envía a sus hijos hoy.

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