En este año centenario de las
Apariciones de la Virgen Nuestra Señora del Rosario en Fátima, todo lo que nos
recuerde a pastores y rebaños, nos va a resonar de una forma especial. El salmo
22 se refiere proféticamente a Jesucristo el Buen Pastor, que se llama a sí
mismo de esta manera. Él es el buen pastor que da la vida por sus ovejas… que
la dio materialmente en Jerusalén en tiempos del rey Herodes, y que la da cada
día de este nuestro año 2017 en tantos cristianos perseguidos del mundo.
Nosotros somos sus ovejas. Queremos ser sus ovejas. Traídas de acá para allá,
fiándonos de los lugares donde nos lleve, porque sabemos que tendrá los pastos
mejores, los más nutritivos. Quizá, a veces, no nos gusten mucho, preferiríamos
otros más accesibles y fáciles de comer, pero seguramente tendrían menos
nutrientes y nos harían unas ovejas flojas y vagas. Tener que remontar algunas
colinas para alcanzar pastos jugosos y fuentes tranquilas nos hará un rebaño
fuerte y ágil.
Los cristianos no estamos hechos para
ser ovejas de granja, sino para ser ovejas de campo. Nuestra misión es ir por
el mundo anunciando la Buena Noticia de un Dios, Buen Pastor, que está deseando
aumentar su rebaño para establecer un Reino nuevo que no tendrá fin. ¡Benditas
contrariedades, y viajes a pastos difíciles que nos mantienen activos y
apostólicos!
Una vez, leemos en el Evangelio,
Jesús quiso llevar a sus apóstoles a un lugar tranquilo para descansar, pero lo
que encontró fue una mayor ansia de Dios. La muchedumbre fue a buscarlo también
allí, y Jesús no pudo negarse a predicar… Quizá les estaba diciendo a sus
apóstoles que descansar también es eso, que hay que aprender a descansar
anunciando el mensaje. Ya pararemos en el Reino ese que no tendrá fin.
Lucía, Francisco y Jacinta, llevaban
también sus ovejas a los buenos pastos de Cova de Iría, allá en el Portugal de
1917; y allí, en su trabajo diario, en su sencillez de niños, la Virgen,
Nuestra Madre, se les hizo la encontradiza para dar al mundo un mensaje de
oración y penitencia por los pecadores. Un mensaje para que ninguna oveja se
quede fuera del redil cuando se recoja a todas al atardecer.
Bonita oración la de hoy. “El Señor
es mi pastor, nada me falta”.