24 febrero 2017. Viernes de la VII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Para empezar la oración nos ponemos en la presencia de Dios que sabemos nos ama y nos espera, si no podemos estar en una capilla y estamos en la habitación o en la sala, basta que, en un acto de fe, le invoquemos y le sintamos en el corazón, donde también está presente.
A propósito de la primera lectura quisiera centrar la meditación de hoy en un valor que, por tenerlo al alcance casi siempre, lo valoramos poco. Os propongo ponerle cara a la oración, recordando a todas aquellas personas que de una manera u otra nos han salido al encuentro, sin quererlo ellas ni nosotros, simplemente, por un capricho de la providencia, hemos compartido vida.
La amistad es sin duda unos de los medios más eficaces por los que Dios se vale para manifestar su amor, su cercanía, y de esto me parece que todos podemos dar fe. Se me viene a la mente los vínculos singulares de amistad que establecían lo santos. Ignacio de Loyola empezó, por la amistad, una de las fundaciones más importantes de la Iglesia. Universitario en La Sorbona de Paris, se hizo amigo primero de Javier y Pedro, compañeros de habitación, luego, se sumarían al grupo de amigos, Laínez, Salmerón, Bobadilla y Rodríguez. Una amistad que desencadenaría un bien sin precedentes, algo que ni ellos mismos esperaban. Francisco de Asís, quizá el santo más popular de la historia, entre creyentes y no creyentes, empezó su obra con doce amigos, con los que compartió la aventura de irse andando a Roma para pedir al Papa la aprobación de la primera regla de la nueva orden. Luego se convirtieron en compañeros de camino e íntimos suyos Rufino, Ángelo y el entrañable hermano León, confesor y confidente. Fueron amigos en el dolor, ante la incertidumbre de lo que pasaría con la orden de los hermanos menores, que poco a poco había perdido el carisma fundacional. Y se podrían citar muchos casos más, donde la amistad ha sido la pista de despegue para muchos santos. Aproximándonos más a nuestra época actual, Abelardo, cuyo cumpleaños celebrábamos hace una semana, salió con algunos amigos del Hogar del Empleado para formar parte de lo que ahora es la Cruzada de Santa María.

Cuando se comparte un ideal, cuando nos mueve un mismo sentir, la amistad se convierte en el mejor medio de evangelización, aunque seamos distintos en opiniones o caracteres, la amistad canaliza todo hacia un mismo fin. Ahora bien, ¿Y nosotros?... quién de nosotros no ha compartido “aventurillas” con los amigos. Quien no ha reído o llorado con ellos, o quien no se ha visto descubierto en el estado de ánimo por solo una mirada del amigo. Cuantas situaciones y vivencias se nos pueden venir a la memoria. Es momento de ponerle cara a la oración, la cara de tus amigos. Que terminemos la oración convencidos de lo que nos dice el libro del Eclesiástico: “Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable”. Sólo al contacto con Él podremos responder dignamente a la gracia desbordante que nos llega a través de nuestros amigos ya que “El que teme al Señor afianza su amistad, porque, según sea él, así será su amigo”.

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