Jesús lleva a plenitud la ley
mediante su cumplimiento y superación como explica san Pablo en sus cartas,
sobre todo en Romanos y Gálatas.
Hoy el evangelio, dentro de la lectura
continua del sermón de la montaña, nos presenta esta realidad. Las limitaciones
de la ley antigua que ponen de relieve los profetas salen de nuevo a la luz con
Jesucristo. Jesús viene a establecer una alianza nueva que exige un mandamiento
nuevo. Este mandamiento supera la antigua ley: “se os ha dicho… pero yo os
digo”; y al mismo tiempo la lleva a plenitud.
Pidamos hoy en nuestra oración
comprender esa nueva ley que Jesucristo encarna, él mismo se constituye en
norma. Seguir a Jesús, imitarle es la nueva ley. La concreción según las
situaciones y estados de vida la va realizando cada uno con el auxilio del
Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
El Catecismo de la Iglesia Católica
nos puede ayudar en la oración de hoy:
1982 La Ley antigua es una
preparación al Evangelio.
1983 La Ley nueva es la gracia del
Espíritu Santo recibida mediante la fe en Cristo, que opera por la caridad.
Se expresa especialmente en el Sermón del Señor en la montaña y se sirve de los
sacramentos para comunicarnos la gracia.
1984 La Ley evangélica cumple, supera
y lleva a su perfección la Ley antigua: sus promesas mediante las
bienaventuranzas del Reino de los cielos, sus mandamientos, reformando el
corazón que es la raíz de los actos.
1985 La Ley nueva es ley de amor, ley de
gracia, ley de libertad.
1986 Más allá de sus preceptos, la
Ley nueva contiene los consejos evangélicos. "La santidad de la Iglesia
también se fomenta de manera especial con los múltiples consejos que el Señor
propone en el Evangelio a sus discípulos para que los practiquen" (LG 42).