15 febrero 2017. Miércoles de la sexta semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El ciego de Betsaida
En algún rato de oración, un amigo comentó este evangelio así.
El ciego no hizo mucho, son los discípulos los que le llevan a Jesús. Solo tiene que fiarse un poco cuando, sin decirle por qué, se le lleva fuera del pueblo ¿A dónde le llevará? Allí le cura.
Mi amigo decía: a mí me ha pasado lo mismo. Los ciegos tienen su mundo, viven en él y se relacionan con los demás. En definitiva, están identificados con ese mundo y están contentos. Ahora llega Jesús y le saca a otro mundo, el mundo de los que vemos, que es mejor. Conmigo ha hecho lo mismo. Yo vivía en mi mundo: lunes trabajar (el trabajo normal y las horas extras en otro sitio); martes a trabajar, miércoles a trabajar…; todo el sábado, solo extras y todo el domingo, solo extras. Y el lunes de nuevo a repetir el ciclo. Ahí estaba y estaba a gusto. Ese era mi mundo, el del ciego. Ahora al contacto con el grupo de Colaboradores, Jesús, me ha sacado de este circuito ruin.
Cuando llegué al grupo, mi vida ha ido cambiando poco a poco. Ahora no me pierdo una reunión y además dedico tiempo a mis hijos y juego con ellos. Disfruto a mi familia. Dedico menos horas a los trabajos extras y lo que es mejor, mi economía está igual. He pasado a un mundo mejor.
Muchos, o todos nosotros, podemos decir lo mismo de nuestra vida. Unidos a Jesús podemos dar un repaso a nuestra vida. La felicidad de estar con Dios, de intentar ser bueno. En algún momento estábamos en el mundo de los ciegos y Jesús, por su misericordia…
Pero no estoy totalmente libre de mi egoísmo, necesito seguir cambiando. Te puedes acercar a Jesús tú mismo o de manos de tu ángel o de María y pedirle el milagro: Dame más visión. Todavía veo a los hombres como árboles… y a partir de aquí te construyes el diálogo como desees. En el milagro, no le cura a la primera, sino poco a poco. Así es como suele pasar en nuestra vida.
Todavía nos queda otro planteamiento del rato de oración precioso. Siéntate frente a Jesús y le pides que te cuente Él mismo el milagro, como lo hizo y por qué. Si lo hizo es para que tú y yo aprendiéramos y nos fiáramos.

Santa María, ruega por nosotros.

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