“Espíritu Santo, ven. Ilumina
nuestros corazones. Que te conozcamos, para más amarte y más y mejor seguirte”.
Las lecturas de hoy pueden
resultarnos, de primeras, poco amables. Un fratricidio, un salmo exigente, un
desaire del Señor en el Evangelio… Quizás nos pueda costar más hacer la oración
con unas lecturas así, pero os propongo hacer una oración más exigente y
profunda…
1. Reconocer que Dios es Dios y eso basta. Confiar en Él
ciegamente. Las dudas, ciertamente, forman parte de la fe, pero son muchas las
veces que le queremos pedir cuentas al Señor, nos ponemos en el centro, le
ponemos a prueba, casi nos queremos cambiar los papeles… Que tu oración de hoy
sea un volcarse en el Señor, un abandonarse en Él, sin remilgos, sin
condiciones. No le hagas suspirar y contestarte de esa manera tajante.
2. Reconocer que queremos ser cristianos de verdad. Vivir las
exigencias de nuestro bautismo, de nuestro ser Hijos de Dios, de nuestro ser
sacerdotes, profetas y reyes. Es una invitación del salmo, que nos sube el
listón. Porque si miramos siempre a la tierra, nuestra meta será el suelo, pero
si miramos siempre al Cielo, nos terminarán saliendo alas.
3. En esa lectura del Génesis, esta dura página, ¿no te produce
sentimientos encontrados? La envidia de Caín a Abel, la inocencia de Abel, la
culpa de Caín, la Misericordia del Señor al proteger a Caín y concederle otro
hijo a Adán y a Eva….
En conclusión. Relee las lecturas.
Deja que el Señor, por su Palabra, te interrogue.
Ten finalmente un coloquio con María:
hoy quedan exactamente tres meses para el día grande en Fátima, en el centenario
de las apariciones. Que Ella sea un pilar de nuestra oración.
Feliz oración.