2 febrero 2017. La Presentación del Señor – Puntos de oración

Se cumplen hoy cuarenta días del nacimiento de Jesús. La Iglesia nos lo recuerda con esta fiesta del Señor –incluso cuando cae en domingo tiene preferencia frente a la liturgia del domingo- fiesta entrañable y tradicional; es la presentación del niño Jesús en el Templo y la Purificación de la Santísima Virgen. José y María como buenos israelitas, cumplen con el precepto de la ley de Moisés: Todo primogénito deberá ser presentado a Dios en el Templo a los cuarenta días de su nacimiento, pues es propiedad del Yahvé
Al comenzar la oración, nos dirigimos al Señor y le presentamos nuestros sinceros deseos de agradarle en todo. “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; Vos  me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta”. Si quieres con palabras más modernas, siente en esta oración, en este día de fiesta, grandes deseos de imitar a María, de creer como ella en Jesús; y pide a Dios que todas tus intenciones sean siempre estar unido a Jesús y a María en una misma voluntad.
En la segunda lectura, de la carta a los Hebreos, se nos dice que Jesús para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo tenía que parecerse en todo a sus hermanos los hombres, ser de su misma carne y sangre. ¡Qué consoladoras son estas palabras! ¡Dan tanta confianza! Dios se ha hecho hombre, más aún hermano nuestro; Jesús nos introduce en su familia y desde esta familiaridad nos salva, nos eleva, nos conforta.
Jesús se nos presenta como la Luz del mundo y María como la Virgen de la Luz. El Hijo compartió nuestra misma carne y sangre para poder ser completamente como los hombres. Se muestra a la Iglesia elevado en brazos de su madre como primogénito de la sagrada familia, como uno de nosotros y desde esta sencillez se nos ofrece como Salvador. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
María levanta al niño en sus brazos: Lo eleva al cielo entre sus manos de madre, lo ofrece a Dios y nos lo ofrece a cada uno de nosotros. Es el primer ofertorio del cristianismo. Durante nueve meses María ha llevado a Jesús oculto en su seno virginal, ahora lo presenta en el Templo a la vista de todos. Qué grande es la generosidad de María cuando nos da a Jesús, nos da lo que más quiere, lo único que ardientemente ama. El tesoro que Dios ha puesto en su vida y por el que todo lo ha arriesgado nos lo entrega y nos dice: te entrego a mi hijo, cuida de Él que Él cuidará de ti. Y a la vez que nos da a Jesús, se ofrece con Él. Madre e hijo no pueden separarse nunca. Es por ello que María es el modelo perfecto de todo creyente.
Y a ti una espada te traspasará el alma: el anciano Simeón –inspirado en el Espíritu Santo- es un tanto duro: Jesús será como una bandera discutida, por su causa muchos caerán y se levantarán; y María sentirá un dolor inmenso, como si atravesaran su corazón con siete espadas. En el horizonte de la vida de Jesús, desde el pesebre hasta el Calvario estará presente la cruz. San Ignacio en los Ejercicios Espirituales escribe: … y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí.  El P. Morales le gustaba recordar en los puntos de oración: no hay redención sin cruz, sin derramamiento de sangre.
Hoy es un día para participar de la Eucaristía, aunque no sea de precepto. El ofertorio de la misa te invito a vivirlo con especial atención e intensidad de amor. Es un momento especial para ofrecerse a Dios, para ponerse en sus manos. Hoy también se celebra el día de los consagrados y consagradas: es costumbre que en este día las personas con especial consagración a Dios mediante el signo de los consejos evangélicos, laicos, religiosos o sacerdotes, renueven sus votos o compromisos de fidelidad a Cristo pobre, casto y obediente. Unámonos a todos ellos en esta acción de gracias y pidamos al Señor de la mies que envíe más operarios a su viña y que les retribuya abundantemente para el bien de todos.

Y terminemos con un coloquio con la Virgen, deja que hable el corazón: Madre, gracias por tus desvelos, por tu intercesión ante tu Hijo, porque no me dejas ni un sólo instante, gracias por tu ejemplo de mujer creyente. Dame la gracia de ser como tú, de ofrecerme de veras a Dios y a mis hermanos. Recuérdame mis compromisos y ayúdame a cumplirlos con amor, no a regañadientes. En este día ayúdame a ser puro, sencillo y humilde como tú.

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