Estando de Pascua, después del
solemne Domingo de la Misericordia pasado, no nos cansemos de alegrarnos y
proclamar la misericordia de Dios para con los hombres. Por eso, me quedo, en
primer lugar, con el salmo para rezar hoy.
La primera estrofa es una invitación
a cantar esa misericordia con los instrumentos que tengamos a mano. En la época
del Antiguo Testamento en que se escribieron los salmos había cítaras (una
especie de guitarras) y arpas de diez cuerdas, hoy día podría hacerse con
guitarra eléctrica, batería y bajo, trompeta, flauta, clarinete y piano. En
aquella época se hacía en forma de salmos proclamando la misericordia de Dios,
hoy día se podría hacer en forma de musical proclamando las obras de
misericordia sacadas del Nuevo Testamento.
Podemos hoy meditar sobre el regalo
de la misericordia de Dios, y podemos pedir que venga sobre nosotros… y podemos
meditar sobre la misericordia que tenemos que tener nosotros sobre nuestro
prójimo y podemos pedir que nuestro corazón de piedra se convierta en un
corazón de carne.
Y podríamos meditarlo en forma de
preguntas y respuestas:
- ¿Cómo percibo yo la misericordia de Dios? Es más ¿cómo
recibo yo la misericordia de Dios? ¿Le doy espacio para que la manifieste en
mí? ¿Abro mi corazón para recibirla?
- ¿Cómo doy yo la misericordia hacia los demás? ¿Qué obras
de misericordia corporales o espirituales practico? ¿Cuál de ellas me cuesta
más…, o ni siquiera soy consciente de que lo es?: ¿Perdono…? ¿Sufro con
paciencia…? ¿Rezo por vivos y difuntos…?
San Juan Pablo II, se atrevió a decir
que “de alguna manera Jesucristo es la misericordia de Dios”. En nuestro
navegar mar adentro proclamando el evangelio solo con él en la barca no tenemos
nada que temer. Él nos llevará a tierra firme siempre que aparezcan tormentas,
como narra el evangelio de hoy. Puede ser delicioso hacer un rato de oración
metido en una barca a solas con el Señor (o con un pequeño grupo de
militantes), comentando estas cosas de la misericordia.