18 abril 2018. Miércoles de la III semana de Pascua – Puntos de oración


¡Qué misteriosos son los caminos de Dios! La mayoría habremos leído muchas veces los pasajes que nos presenta hoy la liturgia como lecturas de la misa, con lo que corremos el peligro de pasar por alto las pruebas de que vivieron sus protagonistas y lo difícil que es para ellos atisbar la historia de salvación que el Señor estaba construyendo. Nosotros la conocemos porque el Espíritu Santo ha iluminado la Iglesia para descubrir su acción en medio del transcurrir de lo humano. Aprovechemos la oración del día de hoy para meternos en la piel de uno de esos cristianos anónimos, quizá recién convertidos, huyendo de Jerusalén, dejando atrás a los Apóstoles, fundamento de su fe, su conexión con el maestro Jesús. Qué sensación de fracaso. Qué difícil la esperanza y la confianza en el futuro en una situación como esa. Si de Jerusalén, la ciudad de David, tenían que huir de esa manera, ¿qué sería en las ciudades a las que fueran a parar?
¿En dónde encontrarían fuerza estos cristianos para seguir adelante en el camino de la fe? Quizá en la inocencia de los primeros momentos de un movimiento, quizá en el fuego de los recién convertidos, quizá en una mirada limpia sobre la realidad que no increpa a Dios sobre el porqué de las cosas, sino que intenta descubrir su voluntad, quizá en el abandono del futuro en las manos de Dios y en centrarse en cada momento en vivir lo que Dios les ponía entre manos. Puede haber muchas fuentes de esperanza. Descubramos cada uno, caminando al lado de un grupo de estos primeros cristianos, cuál es la fuente que nos brinda el Señor, fuente de la que beber en las circunstancias que estemos cada uno de nosotros para alcanzar la alegría de la Pascua.

Archivo del blog