Espero que te ayuden estas
palabras que te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de
oración. Sería bueno, si es posible, que realices tu rato de oración delante de
Cristo en la Eucaristía. Si no es posible porque no cuentas con esta
posibilidad, dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando
al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el
fuego de tu amor”.
Ya es tercera semana de Pascua.
Celebramos el paso del Señor. Es Cristo que pasa por nuestra vida y transforma
nuestro pecado en fortaleza por su entrega en la cruz. Cristo pasa por tu vida
como pasó por la de Saulo, y que luego Cristo le regeneraría en San Pablo, en
el camino hacia Damasco. Igual que a Saulo, el Señor nos llama a la conversión.
Pídele a Jesús que cada día te
convierta más y más a su corazón. La conversión es alegría plena para nosotros
y especialmente en el Cielo: “hay más alegría en el Cielo por un pecador que se
convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (y esto
es Palabra de Dios). Esta alegría de la conversión es duradera en nosotros si
ponemos los medios adecuados para ello. Estos medios son fundamentalmente el
cultivo de la oración y de los Sacramentos, en especial la Eucaristía. Ya que
como nos recuerda el evangelio de hoy: “Os aseguro que, si no coméis la carne
del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”, la
Eucaristía es la fuente autentica de agua viva que nos da la verdadera vida.
Pedimos la intercesión de nuestra
Madre, la Virgen María, para que nos acompañe en nuestro camino de conversión
continuo y para que nos mantenga el amor hacia la Eucaristía, que es la
verdadera fuente de agua viva.