Comenzamos nuestra oración abriendo
nuestra alma a la acción del Espíritu. Es necesario reposar el corazón, serenar
la inteligencia y ponernos en la presencia de Dios.
Para la oración de hoy, Domingo de
Pascua, día exultante de gozo y alegría, os dejo un texto del Papa Francisco al
respecto del Evangelio del día.
“Él, la tarde de Pascua, abre la
mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice:
“Ustedes son testigos de todo esto”. Los Apóstoles, que vieron con los propios
ojos a Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se
había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos
mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo
esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y
con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio
de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está
vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el
testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y
contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo
es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo
indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso
recuerda, no solo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos,
sino también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido
profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como
uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado de vida.
El testigo es uno que ha cambiado de vida.
El contenido del testimonio cristiano no
es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y
prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un
acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y
único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una
experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un
camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su
sello en la Confirmación, su continúa conversión en la Penitencia.” (Homilía de S.S. Francisco, 19 de abril de 2015).