4 abril 2018. Miércoles de la Octava de Pascua – Puntos de oración


¡Octava de Pascua! Prolongación de la alegría… Empecemos la oración pidiéndole a la Virgen una vez más nos conceda:
  • Fe creciente
  • Esperanza cierta
  • Alegría desbordante
  • Paz inquebrantable
  • Amor ardiente

Sin duda la esperanza es la virtud más característica de este tiempo pascual. Sin esperanza no hay alegría, ni paz, ni amor. El Resucitado es nuestra Esperanza. Es precisamente lo que habían dejado de lado los discípulos de Emaús. Qué bien expresó esta situación, Benedicto XVI, en una audiencia en Roma, el 11 de abril de 2012, aquí os dejo el texto:

Sólo él, el Viviente, puede dar sentido a la existencia y hacer que reemprenda su camino el que está cansado y triste, el desconfiado y el que no tiene esperanza. Es lo que experimentaron los dos discípulos que el día de Pascua iban de camino desde Jerusalén hacia Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Hablan de Jesús, pero su «rostro triste» (cf. v. 17) expresa sus esperanzas defraudadas, su incertidumbre y su melancolía. Habían dejado su aldea para seguir a Jesús con sus amigos, y habían descubierto una nueva realidad, en la que el perdón y el amor ya no eran sólo palabras, sino que tocaban concretamente la existencia. Jesús de Nazaret lo había hecho todo nuevo, había transformado su vida…
Queridos amigos, que el Tiempo pascual sea para todos nosotros la ocasión propicia para redescubrir con alegría y entusiasmo las fuentes de la fe, la presencia del Resucitado entre nosotros. Se trata de realizar el mismo itinerario que Jesús hizo seguir a los dos discípulos de Emaús, a través del redescubrimiento de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, es decir, caminar con el Señor y dejarse abrir los ojos al verdadero sentido de la Escritura y a su presencia al partir el pan. El culmen de este camino, entonces como hoy, es la Comunión eucarística: en la Comunión Jesús nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre, para estar presente en nuestra vida, para renovarnos, animados por el poder del Espíritu Santo”.

Que en estos días de gozo dejemos que el Señor corra, en nuestra vida, aquellas piedras sepulcrales que nos impiden amar: envidias, rencores, divisiones… y resucitemos con Cristo a una vida nueva.

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