Qué fácil es hoy la oración. En medio
de la vuelta a los afanes diarios busquemos ese momento tranquilo y abramos el
corazón al Señor, que se nos ha dado del todo.
Puestos en su presencia recordamos
los días que acabamos de pasar, dando muchas gracias a Dios por todo el bien
derramado.
Todavía resuenan en nuestros oídos
los ecos de la Vigilia Pascual. Recordando varios de los momentos vividos
podemos saborear despacio la secuencia pascual, leída en la misa de ayer y que
es opcional, pero se puede leer en las eucaristías de esta semana:
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los
cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles
testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Quedémonos, para terminar, con
la primera frase del último párrafo leído hoy del discurso de san Pedro el
domingo de Pentecostés:
“A este Jesús lo
resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”.
Que podamos decir lo
mismo que Pedro. Pidamos a la Virgen ser testigos sencillos del gran amor que
Cristo ha traído a todos los hombres.