10 junio 2018. Domingo X del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Puntos de oración


“Después de acostado, ya que me quiera dormir, por espacio de un Avemaría pensar a la hora que me tengo de levantar, y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo de hacer.” (San Ignacio – primera adición – Ejercicios Espirituales). 
Al día siguiente: iniciaremos nuestro rato exclusivo con el Señor, poniéndonos en su presencia y recordando la oración preparatoria de san Ignacio:
“Pedimos gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”.  Esta oración está en contraste con la primera lectura de hoy donde el hombre desobedece al Dios creador. En el salmo, el hombre anhela la reconciliación y la busca apoyándose en la Misericordia de Dios padre. 
La primera lectura de hoy nos traslada a los primeros capítulos del Génesis. Estos capítulos iniciales de la Biblia son la excepción de aquel pensamiento teológico, que comenta Ratzinger, cuando escribe: “la fe bíblica no relata historias como símbolos de verdades metahistóricas, sino que se funda en la historia que ha sucedido sobre la faz de esta tierra”.
Estamos ante relatos que buscan explicar, de forma inteligible, experiencias vitales muy profundas. La naturaleza débil del hombre, el pecado, la existencia del mal y su deseo de envolver al hombre, la distinta psicología de la mujer y el hombre. Son experiencias vitales “estructurales”, diríamos hoy, y podríamos caer en el peligro de no valorarlos por lo anecdótico e inverosímil de la narración y no profundizar en su mensaje.
En el evangelio vemos a Jesús desbordado, por su entrega generosa, destinada a mostrar el Reino de Dios. Con palabras y obras.
La “casa” donde llegaron, es probablemente la casa de Pedro en Cafarnaúm. Su presencia se divulgó en la ciudad, y llegó tanta gente, que no les dejaba tiempo para atender a la comida. Esta situación se debía repetir un día y otro, para llegar la noticia a los suyos, su familia, el rumor tuvo que recorrer los 49 Km que hay entre Cafarnaúm y Nazaret.
Su “madre y sus hermanos” al enterarse, salieron de Nazaret, donde residían, para andar unas diez horas en su búsqueda. La familia cumple con su función, proteger a sus miembros, por eso van a buscar a Jesús para ofrecerle descanso y tranquilidad. Jesús les hace caer, una vez más, en la cuenta que su descanso y su alimento están en cumplir la voluntad del Padre.
Contemplemos los sentimientos profundos de la Virgen en estos acontecimientos. Puede ser que el rumor que llega a los familiares sea que Jesús no obraba cuerdamente, deliraba. Todos los suyos, excepto María, habrían podido creer esto.  Sus parientes eran desconocedores del misterio de su divinidad, no era el caso de la Virgen. El que haya ido con sus familiares no quiere decir que creyese que su hijo había perdido la cordura. Una madre está junto a su hijo ante cualquier rumor.    
Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús, escuchando el punto de vista de la Madre.  San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.

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