“Después de acostado, ya que me
quiera dormir, por espacio de un Avemaría pensar a la hora que me tengo de
levantar, y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo de hacer.” (San Ignacio –
primera adición – Ejercicios Espirituales).
Al día siguiente: iniciaremos nuestro
rato exclusivo con el Señor, poniéndonos en su presencia y recordando la
oración preparatoria de san Ignacio:
“Pedimos gracia a
Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean
puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. Esta
oración está en contraste con la primera lectura de hoy donde el hombre desobedece
al Dios creador. En el salmo, el hombre anhela la reconciliación y la busca
apoyándose en la Misericordia de Dios padre.
La primera lectura
de hoy nos traslada a los primeros capítulos del Génesis. Estos capítulos
iniciales de la Biblia son la excepción de aquel pensamiento teológico, que
comenta Ratzinger, cuando escribe: “la fe bíblica no relata historias como
símbolos de verdades metahistóricas, sino que se funda en la historia que ha
sucedido sobre la faz de esta tierra”.
Estamos ante relatos
que buscan explicar, de forma inteligible, experiencias vitales muy profundas.
La naturaleza débil del hombre, el pecado, la existencia del mal y su deseo de
envolver al hombre, la distinta psicología de la mujer y el hombre. Son experiencias
vitales “estructurales”, diríamos hoy, y podríamos caer en el peligro de no
valorarlos por lo anecdótico e inverosímil de la narración y no profundizar en
su mensaje.
En el evangelio
vemos a Jesús desbordado, por su entrega generosa, destinada a mostrar el Reino
de Dios. Con palabras y obras.
La “casa” donde
llegaron, es probablemente la casa de Pedro en Cafarnaúm. Su presencia se
divulgó en la ciudad, y llegó tanta gente, que no les dejaba tiempo para
atender a la comida. Esta situación se debía repetir un día y otro, para llegar
la noticia a los suyos, su familia, el rumor tuvo que recorrer los 49 Km que
hay entre Cafarnaúm y Nazaret.
Su “madre y sus
hermanos” al enterarse, salieron de Nazaret, donde residían, para andar unas
diez horas en su búsqueda. La familia cumple con su función, proteger a sus
miembros, por eso van a buscar a Jesús para ofrecerle descanso y tranquilidad.
Jesús les hace caer, una vez más, en la cuenta que su descanso y su alimento
están en cumplir la voluntad del Padre.
Contemplemos los
sentimientos profundos de la Virgen en estos acontecimientos. Puede ser que el
rumor que llega a los familiares sea que Jesús no obraba cuerdamente, deliraba.
Todos los suyos, excepto María, habrían podido creer esto. Sus
parientes eran desconocedores del misterio de su divinidad, no era el caso de
la Virgen. El que haya ido con sus familiares no quiere decir que creyese que
su hijo había perdido la cordura. Una madre está junto a su hijo ante cualquier
rumor.
Acabemos nuestras
reflexiones con un coloquio con Jesús, escuchando el punto de vista de la
Madre. San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente
hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo
pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo
comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater
noster”.