Prudencia. Es la palabra que me viene
a la cabeza al leer este pasaje del Evangelio; mucha prudencia; que nada tiene
que ver con la inactividad. “Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no”; tener
claro lo que pensamos y cómo queremos actuar, con sencillez, con rotundidad
pero no avasalladora; ser fiel a nuestros principios, pero sin intentar
justificarlos desde otros puntos de vista que quizá no sean tan verdaderos,
sabiendo ser flexibles, también, ya que podemos estar equivocados en muchos
pensamientos y formas de actuar, o puede haber otras formas diversas de obrar y
pensar que sean correctas.
Al final, la mayor seguridad está en
la Sabiduría de Dios; Él es la fuente de la Verdad. Nuestro conocimiento y
entendimiento de las cosas es limitado, así que Dios nos aconseja “no jurar en
absoluto”; un punto sano de desconfianza en nosotros mismos, para que crezca la
plena confianza en Él. Dice en muchas ocasiones un amigo nuestro: “Nos falta
información”; ¡Cuánto bien me hace esta frase! ¡Cuánto bien hace! No juzguemos;
“No juzgar, y no seréis juzgados”; cuántas veces, aun cuando no lo
exteriorizamos, estamos juzgando cada movimiento y palabra del prójimo; “Nos
falta información”; esta frase es perfectamente compatible con “dar consejo al
necesitado”, ¡que no sentencia! Todo debe ir hilándose para el bien del
prójimo; acordémonos de esa imagen metafórica del Cielo en la que, utilizando
aquellos alargados cubiertos, se alimentan unos a otros del exquisito manjar.
María, en ti nos resguardamos en esta época de Campaña de la Visitación;
tú que dijiste “Sí, sí” al Señor, y “No, no” al pecado, danos con tu humildad
la oportunidad de conocer más a fondo el Corazón de Jesús y encontrar siempre
en Él la verdad de todas las cosas.