La santidad es la opción comprometida por
Dios en cada una de nuestras vidas.
Estamos en la recta final del curso, en
estos días que ha comenzado el calor. Cuando escribo estas ideas es la
festividad del Cristo de Cabrera donde unas 10.000 personas acuden al santuario
salmantino a pedir ayuda y gracias. Recuerdo que, hace unos años, estando un
día haciendo oración allí me dice un Señor. “Hay que ver cuánto habla
este Cristo”. Me he quedado un rato en silencio y me ha dicho muchas cosas
al corazón.
Te animo a que te pongas en presencia de
Jesús y al calor de la oración en este mes de Jesús le digas, “Sagrado
Corazón de Jesús, de ti yo si me fío”, que decía el Padre Pozo, fundador de
Circa en Perú.
- Misericordia, Señor: hemos pecado.
Medito con paz el evangelio: “Si
saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?”. En
realidad, lo que dice exactamente el texto es ¿qué hacéis de más? Cuando
uno solo trata bien al que le hizo algún bien, está haciendo lo normal, lo
común, lo que hace todo el mundo. Por eso el evangelio nos señala que “hasta
los paganos se portan así”. Esto significa que seguir a Jesús nos exige algo
más, algo que nos distinga, algo que sobresalga por encima de la mediocridad.
En definitiva, obrar como cristiano es hacer algo gratuito, sin necesidad de
recibir recompensas. Eso sí nos distinguirá de lo que hacen todos. El modelo
que Jesús nos ofrece es del Padre Dios, porque él acaricia con el sol también a
los malos, y hace caer la lluvia fresca también sobre los incrédulos.
Cristo nos tiene que dar fuerza para
intentar ser como Él. Recuerdo que, hace unos años, un día una profesora
delante de los alumnos comenzó a darme voces por una cosa que según ella yo
había hecho mal; traté de calmarla y decirle que, si tenía que decirme algo,
que viniera al despacho y me lo dijera sin voces, y que solo me lo dijera a mí,
que los alumnos no tenían por qué escucharlo. He de reconocer que no se
consigue nada porque diera más voces. Traté de escucharla y si algo había hecho
mal, rectificar. La perdoné por ser católico; si yo me hubiera puesto a su
nivel hubiéramos dado mal ejemplo
Cuántas oportunidades tenemos a lo largo
el día de poner en práctica el evangelio de hoy: desde recoger una botella de
cristal y depositarla en el contendedor, recoger algún papel en el aula, apagar
luces cuando hay luz natural suficiente... Pensar que Dios ve. Es la comunidad
que preserva los pequeños detalles de amor.
Pidamos al Señor la gracia de no vacilar
cuando el Espíritu nos reclame que demos un paso adelante; pidamos el valor
apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de
nuestra vida cristiana un museo de recuerdos.
“La oración confiada es una reacción del
corazón que se abre a Dios frente a frente, donde se hacen callar todos los
rumores para escuchar la suave voz dl Señor que resuena en el silencio” (149
(Gaudate et exsultate).