6 junio 2018. Miércoles de la IX semana del Tiempo Ordinario – San Norberto – Puntos de oración

Que todas mis acciones, intenciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su Divina Majestad.
Sagrado Corazón de Jesús, ¡En Vos confío!
Decía el convertido John Henry Newman:
Lo que quiero decir, es que los hombres que llevan una vida de creyentes perciben de vez en cuando las verdades que todavía no habían visto, o sobre las cuales su atención jamás había sido atraída. Y de repente, se elevan hacia ellos como una llamada irresistible. Sin embargo, se trata de verdades que comprometen nuestro deber, que toman el valor de preceptos y que exigen la obediencia. Es de esta manera, o por medio de otras formas, que Cristo nos llama ahora. No hay nada milagroso o extraordinario en esta manera de hacer. Cristo actúa por medio de nuestras facultades naturales y de las circunstancias mismas de la vida.
Hoy las lecturas iluminan alguna de estas verdades fundamentales de nuestra fe, que por ser fundamentales y haber sido oídas mil veces, han perdido la fuerza y la novedad para nosotros. El pecado del cristiano es domesticar la fe…, privarle de su mordiente primigenia.
Te invito que rumies las tres lecturas de hoy, e intentes descubrir cómo conectan entre sí en tu vida. ¿Qué hilo de oro las une en “aquello” que hoy está especialmente vivo en mi vida (familia, trabajo, salud, relaciones, dificultades, anhelos, proyectos, evangelización…)? Te brindo una posible clave. Si no te sirve, busca la tuya:
· Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo (1ª lectura).
· Como están los ojos de los esclavos / fijos en las manos de sus señores (Salmo).
· No es Dios de muertos, sino de vivos (Evangelio).
Fijos los ojos en Cristo (https://www.youtube.com/watch?v=rXNkwdXnWuU), es en la oración personal donde se fragua la sensibilidad espiritual de las manos vacías de Abelardo. Dirá Cencini: Ésta no nace de la caída o de la experiencia del propio fracaso moral, sino de la consideración-contemplación de este amor inmenso, desproporcionado y desmesurado, que ha venido a al encuentro de esa nada que era yo, cuando no existía, y me amó hasta el punto de querer que existiera, de preferirme a la no existencia (CENCINI A., Ladrón perdonado, 129-130). Me llamas a la existencia por amor, y me lanzas a la vida a la misión del amor, ¡estremecedor misterio!:
·         Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios (1ª lectura).
Madre, tus ojos para mirarle, tus labios para besarle, tu corazón para amarle…
Termino la oración con un coloquio íntimo con el Corazón de Cristo …, dejando que el gozo del Amor que me primerea sea la roca sobre la que se va construyendo mi vida y la de los demás.

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