«Atesorad tesoros en el cielo…
porque donde está tu tesoro allí está tu corazón»
La reciente exhortación del papa
Francisco debe ser motivo de continuo examen para nosotros. La santidad como
objetivo de nuestra vida: “sed santos como vuestro Padre celestial es santo”,
es presentada como algo asequible en este documento. Dice el papa en el
capítulo cuarto que quiere recoger algunas notas que no pueden faltar en
nuestra vida cristiana. Supone los medios de santificación ya conocidos como
los distintos métodos de oración, los sacramentos de la Eucaristía y la
Reconciliación, la ofrenda de sacrificios, las diversas formas de devoción, la
dirección espiritual y tantos otros. Pero considera que ciertas expresiones
espirituales nos pueden ayudar en el contexto actual.
Nuestra oración debe suponer como
preparación remota estas notas, oramos como vivimos. Vivir centrados en Dios
que ama y que sostiene: aguante, paciencia y mansedumbre. Alegría y buen humor:
ser cristiano es “gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14, 17) El gozo en el Señor
es nuestra fuerza (Cf Neh 8, 10). Audacia y fervor (parresia=empuje
evangelizador), los santos nos sorprenden y desinstalan, ellos siempre abren
nuevos caminos a la Iglesia. En comunidad, somos Iglesia en toda nuestra vida,
nos edificamos mutuamente; la santificación es un camino comunitario. La
santidad está hecha de apertura a la trascendencia, que se expresa en la
oración y en la adoración. El santo necesita comunicarse con Dios: “no creo en
la santidad sin oración, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o
de sentimientos intensos”.
Llevemos este texto del papa
Francisco a la oración, a nuestro diálogo con Dios, para que nuestro corazón
esté en el cielo que asume toda nuestra existencia, según vivimos cada momento
del tiempo atesoramos en el cielo.