9 junio 2018. Sábado de la IX semana del T. O. – Inmaculado Corazón de María – Puntos de oración


Hoy celebramos la fiesta del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María. No podía ser de otra manera, en efecto, después del Corazón de Jesús, el Corazón de María. Corazón virgen, corazón inmaculado, corazón bienaventurado.
Es en el corazón donde se guarda lo más íntimo del ser humano.  María es modelo del cristiano, sobre todo del cristiano que vive en el mundo. Del cristiano que desarrolla su actividad en la cotidianidad de la vida doméstica, familiar y laboral. María es aquella que busca a Dios en todas las cosas, las rutinarias y las extraordinarias, las agradables y las desagradables, las que uno escoge o las que le vienen impuestas. María contiene en su corazón todo el evangelio, porque vivió junto a su Hijo y guardaba todo lo que le acontecía en su corazón.
También aquello que no entendía, como en el pasaje del evangelio de hoy: “se quedaron atónitos”. No entendía lo que decía o hacía su Hijo, pero lo guardaba y aguardaba. No entendía, pero aceptaba. Lo guardaba en su corazón para meditarlo y, meditando, aguardaba a que se manifestase el sentido de aquello que era necesario primero aceptar para luego poder entender. La fe nos permite creer aquello que no entendemos.
Esto no siempre es fácil, ni agradable. María le dice al Jesús adolescente. “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. El sufrimiento debe ser pues algo necesario para el crecimiento del ser humano. Debe ser parte de su naturaleza, si no, no tendría sentido que el Señor le hubiera hecho pasar a su madre por él. De la misma manera que es necesario que al niño pequeño le salgan los dientes abriéndose paso entre las encías, o que la mujer dé a luz con dolor, es necesario el sufrimiento para que el corazón humano se agrande.
El sufrimiento aceptado con paciencia y guardado con esperanza (no con resentimiento) ensancha el corazón y le hace más capaz para acoger la obra de Dios en uno mismo y en los demás. También el corazón de María, aun siendo virgen e inmaculado, pasó por esta ley universal. Tenía que agrandarse y ahondarse para dar cabida a la humanidad entera, para ser madre de todos los hombres. Por eso Pío XII, en 1942, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.

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