27 junio 2018. Miércoles de la XII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


En la revista Estar última, en plena Campaña de la Visitación, dedicada a la naturaleza donde se van a tener los Campamentos, a la Ecología, el Medio Ambiente, La Casa Común…, temas con los que estamos tan familiarizados.
Porque nuestra formación se sirve de la naturaleza por las grandes lecciones que contiene y donde se aprende desarrollando los sentidos que después aplicamos a las contemplaciones cuando hacemos Ejercicios.
En la sección Testigos y Maestros, trae unos textos del P. Tomás Morales el cual estamos celebrando todavía, el año jubilar, con motivo de ser declarado Venerable, esperando pronto su beatificación, trae unos textos de él bajo el título “Jesús leía en el libro de la naturaleza” que vienen muy a propósito con el Evangelio de hoy:
“Cuidado con los fasos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así todo árbol sano, da frutos sanos, buenos, pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano, no puede dar frutos malos ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da frutos sanos se tala y se echa al fuego. ES DECIR QUE POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”
El descanso de Jesús- comenta el P. Morales- era subirse a un monte, el Nevisaín, en cuya ladera se recostaba Nazaret desde donde contemplaba un bello panorama donde dilataba su vista hacia la ribera del Jordán y el Lago Tiberiades, el Tabor, el Hermón y los montes de Gelboé y demás montañas de Galilea que se perdían en el horizonte en el azul del cielo. Allí leía en el libro de la naturaleza, aprendía las lecciones del cuidado de los animales, de los árboles y sus frutos, encontrando algo nuevo que no había encontrado en los libros sagrados y es que la naturaleza ¡te habla tan alto de Dios!
“Mi amado las montañas,
Los valles solitarios nemorosos,
Las ínsulas extrañas,
El murmullo de las aguas de los ríos sonorosos”, (S. Juan de la Cruz, Cántico Espiritual)
¿Y los árboles? ¿Qué diría de los árboles que contemplaba Jesús? Ahí lo tenemos en el Evangelio de hoy “y los frutos buenos, sanos, no dañados, bien cultivados, cuidados tras los cuales se nos van los ojos cuando los vemos en la mesa”.
No necesitamos más para esta oración: “por sus frutos los conoceréis” acaba el Evangelio de hoy y empieza nuestra vida. No hay que añadir comentario alguno.
Seamos esos contemplativos y llevemos el buen fruto de Jesús como María y digámosle para terminar: “Bendito el fruto de tu vientre Jesús. Santa María…”

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