Oración preparatoria: Señor, que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de tu divina majestad.
Como composición de lugar te sugiero
el cuadro de Paolo Veronés del Museo del Prado: “Jesús y el centurión”. https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/jesus-y-el-centurion/b5be4149-9cb8-4f12-91a9-585694f63b6e
Inicio con una reflexión que siempre
me asalta cuando leo textos del Antiguo Testamento como el de hoy. La reflexión
es que la imagen del Dios que me presenta el texto de las Lamentaciones no se
me hace cercana ni reconocible, no me cuadra con la imagen que tengo de Dios,
con la imagen que se deduce de la revelación definitiva en Jesucristo.
El hebreo que escribió este pasaje
nos describe un Dios duro, terrible, iracundo: “sin piedad, …lleno de cólera…”,
que ha castigado al pueblo de Israel sin misericordia…Quizás era el modo de
interpretar las desgracias históricas que el autor inspirado tenía. Y por
increíble que nos parezca, Dios siempre respeta la libertad humana aun en el
modo de colaborar con Él interpretando los sucesos.
Hoy sabemos que es la libertad del
hombre, con sus amplias posibilidades de acción en sentido positivo y también
en sentido negativo, la que configura la historia. No es el Dios iracundo el
que castiga, sino las decisiones equivocadas, las pasiones de los hombres no
controladas, el peso del pecado. Dios actúa, sí pero en otro sentido: desde la
gracia y la misericordia. Esa es la acción principal de Dios.
La Iglesia, que es maestra, y enseña
también con su sabiduría litúrgica, ha colocado el mismo día los dos textos
principales que meditamos: el del libro de las Lamentaciones y el pasaje de
Jesús y el siervo del centurión del evangelio de Mateo.
¡Qué distinto es el Dios que se
revela en Jesús! Es un Dios cercano, que se acerca al hombre caído y afligido
(observad cómo lo ha expresado Veronés en su cuadro), es un Dios compasivo y
misericordioso.
Si el hebreo que escribió el texto de
las Lamentaciones fuera capaz de ver y contemplar la escena de Jesús, y se le
revelará que estaba ante el mismo Dios, posiblemente lo primero que haría sería
romper todos sus escritos.
Dejémonos de reflexiones y quédate
acompañando a Jesús: céntrate en sus miradas y sus acciones. Con el centurión,
con la suegra de Pedro, con todos los que le llevaron esa noche. Es el
verdadero Enmanuel, el Dios-con-nosotros, el Dios todo-misericordia.
Termino mi oración en un coloquio con
la Virgen, agradeciendo y suplicando que me ponga siempre junto a su Hijo.