Es fácil tomarse el Evangelio con
superficialidad. Estamos tan acostumbrados a Él. Nos sabemos tan bien muchos de
sus pasajes que a veces requiere un esfuerzo el conseguir detener nuestro
corazón para que verdaderamente escuche la Palabra de Dios. No solo tenemos que
ser contemplativos en la acción sino también muy activos en la oración, para
eliminar todas las dificultades que nos impiden escucharle. Una de esas
dificultades sería leer el Evangelio de hoy como una lista de consejos morales.
Algo así como: “Más vale sufrir una injusticia que cometerla”. Quizá nos pueda
ayudar el tiempo en que oímos esta Palabra: el mes de junio, el mes del Corazón
de Jesús.
Desde esa perspectiva ya no
encontramos meramente unas pautas de conducta, sino que, ante todo, vemos que
ese Corazón que tanto nos ha amado nos quiere decir algo. El Evangelio de hoy
es un parlamento de Jesús. Estamos escuchando estos días uno de los discursos
de Jesús en el Evangelio de Mateo. Son pocas las Palabras de Jesús que nos han
llegado. Cada una de ellas vale su peso en oro. Escuchémoslas como salidas de
sus labios de Amante, como esas pocas Palabras escogidas en las que quiere
transmitirnos su Amor. Son días para mirarle a los ojos y escuchar cómo nos
habla al Corazón.
Por eso sería superficial tomar el
Evangelio de hoy simplemente como unos consejos de vida. Es algo más. Si
estamos atentos nos damos cuenta lo que nos está diciendo: imítame, ven conmigo
a la Cruz. No respondas al mal enfrentándote a él. No respondas al mal con
justicia. Haz como yo, cuando haya mal ofrécete para ser su víctima. No como
héroe, no por abnegación. Simplemente, para que puedas estar más cerca de mí
donde yo siempre estoy: en una Cruz. Por favor, acompáñame.