26 junio 2018. Martes de la XII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Nos ponemos en presencia del Señor haciendo la oración preparatoria que es pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones acciones y operaciones sean ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad.
En la primera lectura el rey de Asiria Senaquerib manda mensajeros a Ezequías rey de Judá. Le comunica que no crea en Dios y que la ciudad de Jerusalén va a ser arrasada igual que sucedió con el resto de países.
Ezequías se va al templo para hablar con Dios; como buen estadista le enseña los planes del enemigo en un acto entrañable de confianza. Alaba al Señor, le dice lo grande y poderoso que es y le suplica con humildad que no permita que se burlen de Él, que las demás ciudades han sido arrasadas porque sus dioses son falsos y humanos. Su petición e intersección es confiada; sabe desde el principio que Dios le escucha y que de Él nadie se burla, es humilde. Como dice Nuestra Madre en El Magníficat “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.
Dios nunca se desdice; prometió que la salvación vendría de la casa de David y siempre cumple su Palabra.
¿Sabemos reverenciar a Dios por ser Él quien es? ¿Somos humildes ante Él Señor, sabemos confiar en Él? ¿Intercedemos por los sufrimientos de los hermanos y por las injusticias? ¿Sabemos pedir y aceptar la voluntad de Dios?
El salmo nos vuelve a recordar la grandeza de Dios y alaba su misericordia y su justicia. Nos invita a la contemplación y a la meditación.
En el evangelio El Señor nos da una gran enseñanza. En el libro de los proverbios se dice “El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. El Señor nos advierte que no demos lo sagrado a quien tiene actitudes negativas hacia Dios. Los perros y los cerdos equivalen a las personas que blasfeman contra el evangelio, lo ridiculizan y rechazan. Hay que equilibrar el juicio con el discernimiento. No debemos forzar las verdades de Dios a los demás. Pero debemos estar preparados para responder con mansedumbre a las personas que sinceramente nos pregunten y quieran aprender
Siempre nos damos cuenta cuando nos tratan con desprecio o con injusticia, pero nos resulta más difícil reconocer cuando nosotros nos hemos comportado mal con los demás. Cuando descubrimos esto es bueno pensar como he tratado yo a esa persona: si he sido yo culpable de su reacción, si ella esperaba mi comprensión mi consuelo mi amor mi cercanía.  Muchas veces nos acercamos con prisas, sin tiempo; con miedo juzgamos sus actos con nuestros propios pensamientos, con prejuicio. Se soluciona pronto pensando cómo me gustaría que me tratasen a mí y tratar del mismo modo.
La puerta estrecha yo la veo como entrar en el corazón de Jesús y tomar sus mismas actitudes de mansedumbre y de humildad. Su gran corazón lleno de amor y de perdón. Esa forma de vivir es difícil porque es dejar nuestro yo a un lado y ejercitar con alegría las obras de misericordia y los mandamientos.
Para terminar, tenemos un coloquio con Nuestro querido Jesús en este mes de su Sagrado Corazón.

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