Estamos
en la campaña de la Visitación, todos los días hay lecturas continuadas de la
Misa, también es el mes del corazón de Jesús. Yo he preparado los puntos de
meditación de mañana veinticinco de junio en base a las ideas del Padre sobre
este mes que aparecen en su Oracional.
Jesús
paciente y humilde de Corazón, haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
Tú lo
dijiste: Por la paciencia poseeréis vuestras almas... Felices los pacientes,
porque ellos poseerán la tierra...
Por la
paciencia corremos a la santidad, pues «la paciencia perfecciona las obras». Y
por la paciencia se salvan las almas. La conversión de un mahometano le costó a
San Pedro Claver veintidós años de paciente espera. «Las cosas de Dios, cuantas
más contradicciones sufren, mejor resultan, con tal que no desfallezca nuestra
resignación y confianza».
La
paciencia no florece sin la humildad. Somos impacientes porque fallamos en la
humildad. Tu Corazón, saturado de oprobios, nos enseña un camino: amar la
humillación, aceptar el desprecio, y nos da fuerza para seguirlo.
Un
«punto de honra» es lo que nos detiene. Es el deseo de agradar, caer bien,
gozar de prestigio. Es «cadena que no hay lima que la quiebre, si no es Dios
con oración, y hacer mucho de nuestra parte». Y el demonio se empeña en
hacernos «entender que es obligado tener ese apego al punto de honra».
Jesús,
dulzura y sencillez, humildad y paciencia brotan de Tu Corazón. Solo las
recibimos si se cruzan dos miradas: la Tuya y la nuestra. En el cruce de estas
dos miradas se zurce la trama de las santidades más estupendas, porque de Tus
ojos brotan para el alma torrentes de gracia. El cruce de estas dos miradas se
hace cañamazo bordando las entregas más generosas.
Puedes
empezar la oración, justamente con este cruce de miradas. En los evangelios
aparecen varios cruces, por ejemplo cuando Jesús está en el interrogatorio en
casa de Anás y de Caifás, ya le han abofeteado, ya ha pasado por el huerto de
los olivos… En otra parte del complejo de casas y patios está Pedro. Acaba de
decir por tercera vez, con palabrotas incluidas que ni conoce ni quiere saber
nada de Jesús. Se da cuenta de su traición y solo tiene fuerzas para huir de
allí, hundido en la miseria. En ese momento, pasan a Jesús de un patio a otro y
se cruzan y se miran (Lc) (este cruce de miradas puede ser buena composición de
lugar para muchos, para los muy amantes del Señor y para los buenos
atormentados (demonio / psicología) por sus maldades reales anteriores ya
confesadas o porque sus hijos no “van a Misa” y le dan vueltas a qué habrán
hecho de malo en su educación para que acaben así).
Hay
otro cruce de miradas más sencillo y también vivificante. Un señor se sube a un
árbol para ver a Jesús que pasa por allí. Jesús le mira, supongo que, a la
cara, a los ojos. Se para y le dice: baja, Zaqueo que hoy quiero
hospedarme en tu casa. Baja, y se transforma.
Pero
tú, como yo, somos de ahora, del siglo XXI y Jesús no camina por nuestras
calles ni se sube a los autobuses; entonces ¿cuándo puedo decir que se han
cruzado nuestras miradas, la suya y la mía? Anda, que si también hubiese
distintos grados de cruce de miradas… ¡María, socorro!
Jesús,
paciente y humilde de Corazón. Haz nuestro corazón semejante al Tuyo.