Modo avión encendido. Empezamos nuestra oración
poniéndonos en presencia de Dios, sabiendo que Él nos escucha, y pidiendo al
Espíritu Santo que nos ayude a escuchar su voz. También nos ponemos a los pies
de la Virgen para que ella acompañe nuestra oración y la ofrezca al Señor.
Vivimos tiempos difíciles, realmente, y puede que las
dificultades que nos rodean nos hagan ir pendiendo la alegría que debe
desbordar nuestro corazón en este tiempo pascual. Mirando a nuestro alrededor,
viendo el sufrimiento de tantos, nos puede costar adherirnos al salmista para
cantar: que nuestro corazón está firme, que queremos tocar y cantar a su gloria
con instrumentos, para alabar su fidelidad.
Sin embargo, el evangelio nos pone en la perspectiva
adecuada. Nos estamos aquí para tener “éxito”, ni para que todo salga según nos
gustaría. Estamos en medio del mundo para amarnos unos a otros, especialmente a
los que más sufren. Jesús nos pide que, en medio de esta situación tan compleja,
no busquemos salvar el pellejo y salir airosos, sino que nos impliquemos, que
seamos expresión de su amor para tantas personas que sufren, que no se sienten
amadas. Desde esa actitud, que nace en al calor de la oración, nuestra vida
dará fruto y ese fruto permanecerá.
Pidamos a la Virgen, madre nuestra, que nos ayude a
recorrer este camino de olvido propio y entrega a los demás.