Antes de iniciar nuestro rato de
oración, nos ponemos en la presencia del Señor. Sin prisas. Cada uno tiene que
buscarse la manera de ponerse en esa presencia en estos tiempos de reclusión en
casa; pero te animo a sentir de cerca al Señor, te rodea por todos los lados y
está contigo.
Las lecturas de la misa de este domingo nos ofrecen dos planos para nuestra
oración: por un lado, están la primera lectura que nos presenta a Pedro que se
dirige al pueblo el día de Pentecostés y luego, en la segunda lectura el mismo
Pedro, en su primera carta, nos explica más explícitamente sus palabras. Nos
pone como ejemplo a Cristo para nuestra vida: “Que aguantéis cuando sufrís por
hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido
llamados, porque también Cristo padeció por vosotros…. Él llevó nuestros
pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos
para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.”
Él nos ha mostrado el camino; Él ha
cargado con todos nuestros pecados para que podamos caminar hacia el Padre. Me
fío de Ti Señor; quiero caminar según tus pasos porque estoy seguro de tu ayuda
y sé que siempre estás a mi lado.
El segundo plano que nos puede servir
para la oración de hoy viene en el salmo y en el el Evangelio: “El Señor es mi
pastor, nada me falta.” La confianza que tenemos en Nuestro Señor Jesucristo es
tan grande que nos sirve para vivir confiados, Él vela por nosotros y nos busca
las mejores situaciones de la vida. Yo estoy seguro de que todo lo que me
sucede es lo mejor para mí.
Cuando Jesús vino al mundo, encontró a
su pueblo como un rebaño sin pastor y le dio lástima. Por eso Jesús se presenta
como el buen pastor, que conoce a sus ovejas y sus ovejas conocen su voz y le
siguen.
Te animo a presentarte ante tus amigos
como lo hacía Jesús, con humildad, pero generando una confianza en tu derredor
de forma que quien te vea a ti, vea a Jesús. Es necesario hacer presente al
Señor en nuestro mundo y tú eres el señalado para hacerlo.
Pídele fuerzas a Jesús para ser un buen
pastor en medio de este mundo tan extraño en que nos ha tocado vivir. Por
último, vuelve los ojos a la Madre: La divina Pastora.