5 mayo 2020. Martes de la IV semana de Pascua – Puntos de oración


Al iniciar la oración, como nos enseña Ignacio, interesa mucho tener claro lo que pedimos, nuestra petición, y en caso de distraernos recordarla, nos ayuda a estar centrados en este momento íntimo con el Señor.
La primera lectura nos impulsa a que pidamos al Señor el don del apostolado, saber llevar a los próximos, un cristianismo realista, atrayente, con una espiritualidad de ojos abiertos que nos ayude a entender el mundo en el que estamos y nos movemos.
Los Hechos de los apóstoles nos cuentan el inicio del caminar de la Iglesia, donde se predicaba en primer lugar a los judíos y después, poco a poco, a los gentiles. Concretamente hoy la fundación de la iglesia de Antioquia, donde por primera vez nos llamaron cristianos. Fueron los que se habían dispersado, tras el martirio de Esteban, los que dieron lugar a esta comunidad, así como algunos venidos de Chipre. Una vez más, Dios escribe derecho con renglones torcidos.
Antioquia era la capital de la provincia romana de Siria, después de Roma y Alejandría era la tercera ciudad del imperio. Las noticias sobre la nueva iglesia llegan a Jerusalén y desde allí mandan a Bernabé a verificar que el Espíritu está presente en la nueva comunidad. Bernabé lo certifica e incluso viaja a Tarso para traerse a Pablo, los dos animaran a la perseverancia a esta nueva comunidad. 
El salmo nos habla de la elección de Jerusalén como ciudad santa, por parte de Dios. Él la ha cimentado sobre el monte santo; Jerusalén aparece como el faro que ilumina a todas las naciones. Pidamos esa gracia: ser elegidos para ser luz y extender esa luz.
El contexto del evangelio se enmarca en la fiesta-recordatorio de la purificación del templo hecha por Judas Macabeo, después de la gran profanación que de él había hecho Antíoco IV. Una fiesta muy significativa para la ortodoxia israelí suponía recuperar la sacralidad de su templo y de su ciudad santa.
En este contexto, el evangelio nos invita a que creamos que Jesús y el Padre son uno, algo que los fariseos no podían aceptar. Pero la gracia, sí el hombre colabora, todo lo puede. Ejemplo de esto lo encontramos en Nicodemo que era un fariseo y no entendía que la imagen del Mesías esperado coincidiese con la persona de Jesús, pero los milagros que hacía el Señor le hicieron dudar. Nicodemo volvió a nacer de nuevo y al final creyó en Jesús, supo salir de los prejuicios, de su ideología. 
Pidamos al Señor creer en su divinidad. Nuestro apostolado no puede olvidar que Jesús es Dios, así Ignacio utiliza la forma de Cristo nuestro Señor como la más frecuente para referirse a Jesús.

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