Jesús es el Maestro que instruye a sus
discípulos. En primer lugar, vamos a leer varias veces el texto y tratamos de
entender lo que Jesús dijo a sus discípulos. Después hay que meterse en la
escena como si esas palabras fueran para mí en este momento.
Los discípulos manifiestan que empiezan
a entender el misterio de Jesús, el misterio de su unión con el Padre. Y se
siente orgullosos por ello. Creen que su fe en Jesús está firme como una roca.
Pero Jesús los conoce bien: los conoce
mejor de lo que ellos se conocen a sí mismos. Y por eso les advierte que su
entusiasmo pasará rápidamente, y que todos ellos huirán y desertarán cuando
comiencen los verdaderos sufrimientos de la pasión. Les anticipa que le dejarán
solo. Y de nuevo afirma su unidad y cercanía con el Padre.
Jesús los conocía bien, sabía que no
serían capaces de los desafíos que muy pronto estarían enfrentando. Por eso los
prepara para que no se desanimen en la prueba y que después de pasada ésta,
vuelvan de nuevo junto a Él, porque solo así encontrarán la paz. Los prepara
para el combate en el mundo, donde siempre tendrán luchas. Pero les da la clave
para vencer en esos combates: que no confíen en sus propias fuerzas, sino en
las de Jesús, porque solo Él ha vencido al mundo.
Jesús les ofrece su paz y los anima para
el combate en el mundo.
“Tened valor: yo he vencido al mundo”.
Me meto en la escena y me detengo especialmente es estas palabras consoladoras
de Jesús que me llenan de esperanza. Escucho estas palabras, que me está
diciendo hoy, en cada una de mis situaciones difíciles de cada día. Me dice que
no tenga miedo. Tal vez, algunas veces me siento agobiado por las malas
noticias que escucho a diario en los medios. Tal vez, me siento desesperanzado
y con miedo porque no soy capaz de controlar lo que sucede en mi vida. Pero
Jesús me da su paz y me anima: No tengas miedo, yo estoy contigo.
La paz viene de saber que Él estará con
nosotros siempre. Así termina el evangelio de la Asunción que hemos celebrado
este domingo. Ese es el fundamento de nuestra paz y de nuestra vida: “Y sabed
que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos” (Mt
28,20).