Pasados los
cuarenta días, ayer jueves de la resurrección del Señor, debía celebrarse su
Ascensión, uno de los tres jueves que resplandecen más que el sol, junto con
Jueves Santo y Corpus Christi. Se ha pasado al domingo siguiente por quedar
anulada la fiesta.
A continuación,
seguía los diez días para que se cumpla la cincuentena con la gran fiesta de
Pentecostés al domingo siguiente que debemos prepararnos para que el Espíritu
Santo se derrame en la Iglesia, ilumine sus fieles y nos señale el camino de
santidad a seguir como pueblo.
En los
primeros trece capítulos de Los Hechos hemos estado siguiendo la vida
apostólica y milagros de Pedro, ahora es Pablo y no hay pasaje en el que no le
haya ocurrido alguna controversia o le hayan pegado, haya tenido que salir por
patas para salvar la vida. Hace dos días les quitaron las ropas en Filipos y
les azotaron con varas. En alguna le daban por muerto y todo esto porque
predicaba a Cristo y sus mismos hermanos judíos en las sinagogas le rechazaban
porque como dice el centro de su predicación, el kerigma: “si con tus labios
confiesas que Jesús es el Señor y de corazón crees que murió y resucitó, TE
SALVARÁS”.
¿No me digáis
que nos grandioso, sorprendente, jamás oído? Convoca a todos los hombres, no
solo a los judíos sino también a los gentiles a que se salven. Nos salvamos si
confesamos que Jesús es el Señor y de corazón creemos que murió y resucitó.
Este es el núcleo central del Evangelio, que Dios envía a su hijo para
salvarnos y nos pide que así lo pronunciemos con los labios: “Jesús, tú eres el
Señor”. Al decir “Señor”, Kyrios, estamos diciendo que es Dios encarnado, que
se ha hecho hombre por salvar a todos los hombres. Esto es para volverse hacia
ÉL y decirle “Cuánto me amas, Señor”, “Yo te amo” y pasarte el rato
diciéndoselo. Señor yo te amo, te amo, ...
Y seguir si
queda tiempo con la segunda parte: “Porque has muerto y resucitado para
salvarnos”. No es de extrañar que san Pablo nos diga “para mi vivir es Cristo y
morir ganancia, porque todo lo estimo como basura, con tal de ganar a Cristo y
a él crucificado” o en otro lugar:” Para mi vivir es Cristo”, ha identificado
su vida con la de Él.
Es que nos da
la salvación: “te salvarás”. Todos estamos buscando la salvación, y más en
estos momentos tan dramáticos en los que de una manera desconocida, un virus
está siendo causa de tantos muertos. Y tememos la muerte, se nos van seres muy
queridos, muy cercanos y no pensamos que si han vivido como nos invita san
Pablo, han triunfado, porque ÉL triunfó de la muerte, del pecado, del sufrimiento
y del dolor. No huyamos de Él, ¿A dónde iremos? Sólo Él tiene palabras de vida
eterna, de resurrección, de salvación.
Por eso nos
dejó a su Madre para que, acercándonos a Ella, conversando como lo hace un hijo
con su madre, nos vaya penetrando en la profundidad de este misterio de Amor,
el único digno de fe. Solo el amor es creíble, es digno de fe.
Santa María
Reina del Cielo haz que crea en su amor para conmigo, confío en ti Madre mía.
Pero si te
ayuda, no pases adelante, pero sino, contempla lo que le ocurre a Pablo en la
lectura de los Hechos de este día en Corinto y aunque recayó la paliza en
Sóstenes el jefe de la sinagoga, al poco tiempo tuvo que salir. Antes había
estado en Atenas y también sabes lo que le ocurre allí cuando les habla de un
dios desconocido que ha muerto y resucitado por su salvación: le dicen que ya
le oirán en otro momento, otro día. Solo Dionisio el Aeropagita, una tal
Dámaris se quedaron a escucharle. Los demás se fueron marchando. Así es la vida
del apóstol Pablo.