Este domingo pedimos en nuestra oración
un mayor conocimiento de Dios a la escucha de las lecturas que la liturgia nos
presenta. Conocer a Dios es hacer oración, adentrarse en el misterio (vida de
Dios) y formar parte de él por la fe, la esperanza y la caridad; toda la vida
cristiana es ejercicio de estas virtudes que Dios nos ha dado.
La Iglesia es una comunidad de fe,
esperanza y caridad; es la unidad del Espíritu Santo. Así mediante el
ministerio diaconal de Felipe y el apostólico de Pedro y Juan se fue
configurando aquella comunidad de Samaría con la gracia de Dios.
Nosotros, aunque oremos solos lo hacemos
en la unidad del Espíritu Santo, promesa de Jesús, el otro Paráclito que está
siempre con nosotros. La oración es ejercicio de ese amor del que nos habla hoy
el evangelio, amor del Padre y de Jesús, el Espíritu Santo derramado en
nuestros corazones.
Jesús en estas palabras de despedida que
hemos ido escuchando nos va introduciendo en el corazón de Dios, en su
familiaridad. Así nuestra oración se va haciendo oración de Jesús: al Padre,
por los hombres, en el Espíritu.
Pidamos en estos días un conocimiento
mayor de Dios para que nuestra oración sea más oración de Jesús.
Santa María del Cenáculo, ruega por
nosotros.