Podíamos empezar con una oración
preparatoria breve para ponernos en presencia del señor y ofrecerle todo
nuestro día. Le pedimos también a nuestra Madre la Virgen en este mes bendito
que podamos permanecer con Ella, los discípulos y la iglesia en espera de la
llegada del Paráclito.
Ayer domingo contemplábamos el domingo
del buen Pastor y estos días la Iglesia nos sigue recordando que el Señor es
nuestro Pastor: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por
las ovejas”. El Señor ha dado su vida por nosotros para que tengamos vida y
en abundancia. La vida de la gracia con la paz y el perdón que El Señor nos da
por medio del sacramento de la reconciliación, los sacramento, la oración y en
el cielo la vida eterna; es la verdadera vida abundante que el Señor nos ha
traído.
El asalariado abandona las ovejas y huye;
y el lobo las roba y las dispersa. Cuántas veces hemos tenido experiencias en
nuestras vidas o las de otras personas del dolor, sufrimiento y desengaño en la
vida por seguir al lobo. Pero el Señor no se cansa de buscarnos: “Yo doy mi
vida por las ovejas…Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente”
Pidamos a la Virgen que ella nos conceda de su Hijo el amar a nuestros hermanos
como Él nos amó; entregando libremente nuestras vidas por los demás. Esta es la
mayor libertad; el poder hacer el mayor bien para los demás y aún a nosotros
mismos. Sólo en el cielo podremos ver la magnitud todo el bien de nuestras
obras hechas por amor a Dios y al Prójimo.
Pero tenemos que seguir al Pastor, no
nos despeguemos de su lado. Sigamos en este confinamiento que va pasando, en
cenáculo; congregados en oración con La Virgen y la Iglesia en este mes de
mayo; haciendo eco del mensaje de Fátima que tanto nos repetía el Padre Morales
y Abelardo. Que en esta Pascua podamos encontrarnos con el Señor resucitado y
lo sepamos llevar a los demás en nuestras vidas.