El evangelio de este día es la
continuación del evangelio que escuchamos el jueves pasado, en el que Jesús
introduce el tema del Pan Eucarístico… Hoy el texto nos recoge la consecuencia
de su discurso entre sus propios discípulos…, y no fueron pocos los que “se
echaron atrás y no volvieron a ir con él…”
Jesús ante esta reacción de los más
cercanos, no puede por menos de cuestionar a los más íntimos con estas
palabras: «¿También vosotros queréis marcharos?».
Y es entonces, cuando Pedro le responde
en nombre de los Doce: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo
consagrado por Dios».
Mis queridos hermanos, nosotros también,
tarde o temprano, tendremos que responder de una u otra manera, a las propias
exigencias de nuestra vida cristiana… El cuestionamiento se nos hará, o por
parte del mundo..., o por parte del demonio..., o de la carne...; ante el
Misterio insondable de nuestra vida en Gracia, y nuestra recepción de la
Eucaristía…
Tenemos que orar la respuesta de S.
Pedro en el evangelio de hoy… “¿A quién vamos a acudir, si solo tu
Señor tienes palabras de vida eterna…?”
Cuantos más años pasan en nuestra vida,
más certeza y seguridad tenemos, de que solo Jesucristo tiene palabras
de vida eterna… ¡Cuántas palabras no hemos escuchado ya en nuestro
largo caminar, y que vacías de contenido, de significado, y de plenitud…
Por eso basta abrir el evangelio por
cualquiera de sus páginas, para encontrar ese sosiego del espíritu, que tanto
necesitamos en nuestro caminar diario… No dejemos de volver sobre ellas un día
y otro día..., pues las necesitamos para ser mejores..., para ser felices..., y
para poder hacer el bien a los demás…
En este mes de mayo que acaba de
comenzar pongámonos junto a la Virgen, nuestra querida Madre, pues nadie como
ella escucho la Voz de Dios, su Divina Palabra..., y nadie como ella la puso en
práctica, llevándola en su seno, haciéndola vida, y dándola a la Iglesia…