29 mayo 2020. Viernes de la VII semana de Pascua – Puntos de oración


A muy poco de vivir Pentecostés, invocamos al Espíritu Santo para que nos sumerja en Dios en este rato de oración.
El Evangelio que nos ofrece la liturgia es muy significativo. Nos introduce en las entrañas de Misericordia del mismo Cristo. El Papa Benedicto XVI, durante la audiencia general del 24 de mayo de 2006, hizo un comentario precioso que puede ayudarnos a tener un mayor conocimiento interno del Señor en esa escena entrañable con Pedro:
“El encuentro tendrá lugar en las orillas del lago de Tiberíades. El evangelista Juan nos narra el diálogo que en aquella circunstancia tuvo lugar entre Jesús y Pedro. Se puede constatar un juego de verbos muy significativo. En griego, el verbo filéo expresa el amor de amistad, tierno, pero no total, mientras que el verbo agapáo significa el amor sin reservas, total e incondicional.
La primera vez, Jesús le pregunta a Pedro: «Simón…, ¿me amas más que éstos (agapâs-me)?», ¿con ese amor total e incondicional? (Cf. Juan 21, 15). Antes de la experiencia de la traición, el apóstol ciertamente habría dicho: «Te amo (agapô-se) incondicionalmente». Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia debilidad dice con humildad: «Señor, te quiero (filô-se)», es decir, «te amo con mi pobre amor humano». Cristo insiste: «Simón, ¿me amas con este amor total que yo quiero?». Y Pedro repite la respuesta de su humilde amor humano: «Kyrie, filô-se», «Señor, te quiero como sé querer». A la tercera vez, Jesús sólo le dice a Simón: «Fileîs-me?», «¿me quieres?». Simón comprende que a Jesús le es suficiente su amor pobre, el único del que es capaz, y sin embargo está triste por el hecho de que el Señor se lo haya tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: «Señor, tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero (filô-se)».
¡Parecería que Jesús se ha adaptado a Pedro, en vez de que Pedro se adaptará a Jesús! Precisamente esta adaptación divina da esperanza al discípulo, que ha experimentado el sufrimiento de la infidelidad. De aquí nace la confianza, que le hace ser capaz de seguirle hasta el final: «Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme» (Juan 21, 19).”
Dios se “adapta” a nuestra pobreza, en cierto sentido “desciende”. Hace unos días celebrábamos la Ascensión del Señor, y en realidad lo hace para luego “descender”, para quedarse entre nosotros. La Eucaristía es la manifestación más concreta de esta realidad. Y esto, como a Pedro, debería llenarnos de confianza y gozo. Que pidamos al Espíritu Santo vivir de verdad en esta clave y para ser capaces de seguir a Jesús hasta el final.

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