Hoy la liturgia nos recuerda a San Bernabé, cristiano verdaderamente
comprometido. Tenía un campo, lo vendió y entregó el dinero a los apóstoles.
También fue compañero de camino de San Pablo.
Por eso, en el Evangelio, leemos hoy, cómo ser misioneros, cómo llevar la
presencia de Cristo a otros. Hay que ir y presentarle. Y entonces ocurren cosas
buenas.
No hay que preocuparse por lo material. Cuanto menos poseemos, más podemos
dar. Como Bernabé, que vendió lo que tenía y lo dio todo por anunciar a Cristo.
La entrega en lo material se transforma en disponibilidad de vida, entrega
total a los que te necesitan.
Y no lo hacen solos, lo hacen en comunidad. Contando con la comunidad. Es
una predicación activa, se dan, pero no obligan. El que la recibe puede
acogerla, o no. Parece muy poca cosa, pero es lo que les piden que hagan. Lo
que te han dado gratis, dalo gratis. Sin esperar nada. Sin reservarte nada.
No se trata de una predicación y ver los frutos. Es darse. Sacar lo mejor
de mí, porque a quien doy a conocer lo es todo y hace maravillas en mí, si me
dejo “usar" como mediación para otros.
Cómo me cuesta si estoy centrado en mí. Y qué fácil es cuando “me dejo de
lado" y sólo tengo ojos para Él.
Señor, ¿qué quieres que haga por ti hoy?