1. El Señor te ha elegido por el
amor que te tiene (Deut 7, 6)
No por lo que tengo o hago, sino por lo
que soy, su hijo, ¡y basta! Ya puedo dar vueltas y devanarme los sesos con
preguntas, aquí está todo. Él me ha elegido, se ha enamorado de mí, y no que
queda otra que devolver amor, amor con amor se paga. Sólo quiero lo que Él
quiere, no tengo “cuidado ni oficio, sólo amar es mi ejercicio”.
Estos días hemos visto en nuestro Hogar
algunos capítulos de la superproducción de cine sobre la Biblia y realmente
impacta el encuentro de Moisés con Yahvé y su convicción plena de ha sido
elegido para conducir el pueblo “consagrado al Señor”
Y lo que el Pueblo de Israel vivió es
prefiguración de la Iglesia y de cada uno de nosotros, iglesia en pequeño.
Gracias, mi Dios, por elegirme, primero
por darme la posibilidad de vivir, luego por ser tu hijo, cristiano, ungido,
“elegido” para la selección mundial del amor total, sin límites.
2. El amor consiste en esto: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero (1 Jn 4, 7)
Dice el refrán que “el amor siempre se
adelanta” y aquí el AMOR se adelantó. A mí me encanta el término “primerear” de
la primera exhortación apostólica Evangelium gaudium o La
alegría del Evangelio (2013), del papa Francisco con el significado de
‘tomar la iniciativa’, ‘adelantarse’, en la tarea evangelizadora y de
apostolado que a todos nos toca desempeñar en el mundo actual.
Él, nuestro Padre Dios, nos “primereó”
nos amó primero. Lo demás, viene como consecuencia. Lo acabamos de celebrar en
esta entrañable cadena de fiestas de amor: Pentecostés, Santísima Trinidad,
Corpus, Corazón de Jesús. ¿Os acordáis aquella atrevida definición de Benedicto
XVI sobre la Eucaristía y “fisión nuclear acaecida en los más íntimo de
nuestro ser”? Una comunión con Dios que nos transforma y que transforma el
mundo. La victoria sobre la muerte, el triunfo del Amor sobre las bajezas del
mundo, la alabanza a un Dios que nos creó por Amor y nos sostiene por
Amor"
Toda deriva del primer amor. Mil
gracias, Señor, haz que te primereemos como Tú.
3. Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis descanso Mt 11, 25-30
¡Qué atrevido, Señor! Hoy se estila
decir “no soy ejemplo de nada ni de nadie”, pero Tú te pones como ejemplo y
modelo, como el mejor predicador, porque de tu dicho a tu hecho no hay ningún
trecho, porque eres la coherencia total. ¡Cuánto necesito de tu sencillez, de
tu “andar es verdad que es la humildad”, de tu mansedumbre, de tu ternura, de
tu misericordia, de tu amor, de Ti. Sin duda que todo lo viste en tu madre,
desde antes de nacer, desde la Visitación, desde su magníficat, desde su olvido
de sí, desde su “prisa por subir a la montaña para servir”. Sí, Jesús, manso y
humilde de corazón, haz mi corazón como el tuyo y como el de nuestra Madre.
Palabra del papa Francisco:
La invitación del Señor es sorprendente:
llama para que lo sigan a personas sencillas y sobrecargadas por una vida
difícil, llama para que lo sigan personas que tienen tantas necesidades y les
promete que en Él encontrarán descanso y alivio. La invitación está dirigida de
manera imperativa: «venid a mí», «tomad mi yugo», «aprended de mí». ¡Ojalá
todos los líderes del mundo pudieran decir lo mismo! (Vaticano, 14 de septiembre de 2016).