6 junio 2020. Sábado de la IX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


La oración de este día se desarrolla en un Primer Sábado de mes, especialmente dedicado al Inmaculado Corazón de María. Dentro de la Campaña de la Visitación, nos invita hoy el texto del P. Morales a seguir a la Virgen, a acompañarla cuando se levanta aprisa para ir a la montaña. Entrando en el misterio de la Visitación, descubrimos el secreto del Corazón de la Virgen: “lo que le mueve es el deseo de comunicar a Dios a los corazones … pues siente dentro un fuego que le quema, el fuego del amor”. Sí, María es la primera evangelizadora, que se deja poseer y conducir por el Espíritu Santo para llevar la alegría de la Encarnación a la casa de Isabel. Allí será instrumento para forjar al precursor de su Hijo, a Juan Bautista, que será santificado en el seno de su madre con la visita de María.
La primera lectura de este día nos habla de dos evangelizadores, uno es padre y maestro del otro: san Pablo y san Timoteo. Pablo ha gastado su vida en ser apóstol y heraldo de Cristo; solo le queda sellar su misión con el inminente martirio: “yo estoy a punto de ser derramado en libación”. Le espera la corona de gloria después de haber combatido por Cristo: “He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe”. Confesión emocionante del Apóstol que nos enardece. En esta carrera ha entrenado a otros, ha enseñado a combatir, ha transmitido la fe para que la Palabra siga viva y obre maravillas en los corazones que la acojan. Como un padre, Pablo le dice a Timoteo: “sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio”.
Después de haber contemplado a la Virgen en la Visitación, de haber escuchado a san Pablo exhortando a Timoteo, es el momento de “reflectir” en mí mismo y me va a ayudar el salmo responsorial: en él se refleja la experiencia de un orante que conoció a Dios en su juventud y ha pasado la vida contando y cantando lo que Dios ha hecho con él: “Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas”. Bien podríamos ser muchos de nosotros que en la Milicia hemos aprendido a conocer, amar y seguir a Jesús. Y ya no hemos podido vivir de otra manera que comunicando el tesoro descubierto desde nuestra pobreza: “mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación”.
Pidamos a la Virgen que en esta nueva Campaña hagamos nuestras las palabras del salmo: “seguiré esperando, redoblaré tus alabanzas”. Y que lo hagamos con el brillo de la alegría que sugieren los instrumentos musicales: “Contaré tus proezas, Señor mío, narraré tu justicia, tuya entera… te daré gracias, Dios mío, con el arpa, por tu lealtad; tocaré para ti la cítara, Santo de Israel”. ¡Santa María de la Visitación: ayúdanos a llevar la alegría del Evangelio a nuestros hermanos!

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