Modo avión encendido. Empezamos nuestra oración
poniéndonos en presencia de Dios, sabiendo que Él nos escucha, y pidiendo al
Espíritu Santo que nos ayude a escuchar su voz. También nos ponemos a los pies
de la Virgen para que ella acompañe nuestra oración y la ofrezca al Señor. Con
el curso a puntito de acabar y en estas condiciones tan extrañas tenemos que
seguir esforzándonos, más si cabe, para ser fieles a la oración, que es el
alimento del alma.
La primera lectura de hoy nos recuerda una de las
claves de nuestra vida espiritual: la humildad. Cuando echamos la vista atrás y
reflexionamos sobre el curso que concluye, seguramente nos salga del alma la
misma petición que al salmista: “Misericordia, Señor”. Y quizá no tanto por
haber hecho cosas horribles, pero si por haber dejado de vivir intensamente el
mandato del evangelio: amar al que nos aborrece. La falta de radicalidad en el
seguimiento de Jesús puede ser la falta de los que nos hemos acostumbrado a una
fe que es radical, sorprendente y siempre novedosa.
Entremos en el corazón de Jesús, para contemplar todo
lo vivido desde su óptica misericordiosa. Dejémonos renovar por Él para ser
capaces de vivir con entusiasmo este verano al estilo de la Virgen en la
visitación. Que ella nos ayude a lograrlo.