Que nuestro
primer pensamiento de la mañana sea para Dios y recordar lo que el Señor nos
quiere comunicar y que vamos a meditar durante ese día.
Nos ponemos en
presencia del señor y ofrecerle todo nuestro día a su Corazón por medio del
Inmaculado Corazón de María, pidiéndole también nos conceda del Señor poder
hacer nuestro deber con actitud de servicio atento y diligente como la Virgen a
su prima Santa Isabel; movida por el Espíritu Santo, ahora ya que acabamos de
empezar nuestra Campaña de la Inmaculada y a pocos días de haber celebrado la
Pascua de Pentecostés.
Hoy el
evangelio nos relata el gran amor que el Señor nos tiene al estar en la agonía
del huerto sumido en una tristeza hasta la muerte; sufriendo por nosotros, le
pide al Padre: Padre mío, si es posible, que pase de mí este
cáliz. El cáliz del Señor es la sangre suya que ya empieza a derramar
en el huerto de Getsemaní el jueves santo, y que terminará cuando el soldado
traspase con la lanza su corazón de donde mane para nosotros la fuente de su
misericordia. Hasta derramar las últimas gotas de su sangre. El pan es su
cuerpo que lo entregará: Pero no se haga como yo quiero, sino como
quieres tú.
Que no se haga
como nosotros queremos Señor sino como tú quieres. Le pedimos esta gracia a la
Virgen Nuestra Madre: la de hacer lo que Él quiere, que será siempre lo mejor
para nosotros y para los hermanos en orden a la salvación y mayor bien a todos.
Que al
comulgar el día de hoy podamos darle las gracias al Señor por el inmenso amor y
el gran sufrimiento al entregarnos su cuerpo y su sangre en el altar.
Hoy es también
un día para pedir por la santificación de los sacerdotes, dándole gracias al
Señor porque nos regala ese gran don de la eucaristía por medio de hombres como
nosotros con defectos y virtudes, pero que el en su infinita providencia nos
regala para prolongar su sacrificio redentor.
Junto a la
Iglesia Universal nos unimos en oración pidiendo a Dios por medio de María
(madre de Jesucristo Sumo Sacerdote y de sus sacerdotes) a Dios. El mismo quien
para su glorificación y salvación del género humano quiso constituir a su hijo
único, Sumo y Eterno Sacerdote, pueda también conceder a los hombres que él
mismo eligió como ministros y dispensadores de sus misterios, el que sean
siervos fieles y prudentes en el ministerio recibido en orden a su
santificación y las de todas las almas que con su servicio van peregrinando
camino hacia el Reino de Dios.
Os quisiera
compartir también unas palabras de Pío XII en este día: Por esto, aquellas
palabras del Apóstol: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de una
vida en Cristo Jesús» exigen de todos los cristianos que reproduzcan en sí
mismos, en cuanto lo permite la naturaleza humana, el mismo estado de ánimo que
tenía nuestro Redentor cuando se ofrecía en sacrificio: la humilde sumisión del
espíritu, la adoración, el honor, la alabanza y la acción de gracias a Dios.
Aquellas
palabras exigen, además, a los cristianos que reproduzcan en sí mismos las
condiciones de víctima: la abnegación propia, según los preceptos del
Evangelio, el voluntario y espontáneo ejercicio de la penitencia, el dolor y la
expiación de los pecados. Exigen, en una palabra, nuestra muerte mística en la
cruz con Cristo, para que podamos decir con san Pablo: «Estoy crucificado con
Cristo».
Madre, muy
unidos a la Iglesia concédenos del Señor la gracia de unirnos al sacrificio
redentor de Cristo en el altar, prolongarlo en nuestro día a día. Amén.