En la presencia del Señor, a la que el Espíritu nos lleva, para gloria del
Padre. Así estamos iniciando la oración, muy cerquita de la Madre y bajo la
protección de S. José.
Con el Salmo 88 queremos inspirarnos para alabar al Señor, para caminar en
su presencia. Con esa preciosa expresión, “caminar a la luz de tu
rostro”. Alabanza y presencia nos traen un gozo cada día, son
la fuente para ser voluntad de Dios.
Sólo Él, siendo alma y vida de nuestro ser más íntimo, es como podremos
“considerarnos muertos al pecado” y defendernos de sus instigadores (la propia
carne y el enemigo por antonomasia, el diablo). “Porque el Señor es nuestro
escudo”, nos dice el Salmo. ¿Qué me impide pues, acudir a Jesús para pedir su
ayuda, para que vaya creciendo en mí su presencia, para verle en todo lo que me
rodea?
“El que pierda su vida por mí la encontrará”. Pidamos la gracia de creer y
determinarnos a vivir esta invitación de Jesús. Perder la vida siendo
responsable en mi trabajo, llevando con paciencia propios y ajenos defectos,
perdonando y olvidando, siendo creativo para llevar a otros algo de consuelo y
paz, dedicando tiempo a fondo perdido…
Santa María de la Visitación, contágianos tu presteza para el bien, tu
transparencia para llevar y despertar a Jesús en otros, tu abnegación para
acompañar en servicio humilde y tu discreción para sabernos retirar y dejar
crecer.