Hoy domingo
reflexiono sobre esta fiesta en la sociedad, en la Iglesia. Recuerdo el refrán
castellano: Hay tres jueves que relucen más que el sol. Hoy solo
podemos celebrar uno, los otros se han trasladado al domingo. La fiesta de hoy
es la fiesta de los cristianos.
Corpus
Christi es la fiesta del Cuerpo y la
Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo
en la Eucaristía. En el día del Corpus Christi se recuerda la
institución de la Eucaristía que se llevó a cabo
el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en
su Cuerpo y en su Sangre.
Cree que es un
día grande para celebrar primero nuestro día de descanso el domingo.
Celebrar el
día de la Caridad significa partir y compartir el pan en comunidad, responder a
la propuesta de vida que Dios nos hace para aprender a vivir como hermanos, con
el corazón y el alma en atenta mirada hacia los demás, para dar la vida y hacer
propia la misión de Jesús: amar al mundo y mostrarle lo que Dios le ama.
Vivir la
caridad es saberse amado por Dios y ser capaz de verle reflejado en los demás,
en la Creación, en las personas más pobres, vulnerables y excluidas de nuestros
lugares cotidianos, dejarse tocar por sus vidas y aprender a mirar y a escuchar
el sufrimiento y el dolor de los demás, sin miedo, para conmovernos y no pasar
de largo.
Todos los años
muchos de nosotros hemos participado en la procesión en este día. Este año por
razones conocidas, tendremos que celebrar la fiesta dentro de nuestros templos.
Que eso no reste a adentrarnos en nuestro interior y dar gracias por poder
recibir a Cristo, comer ese cuerpo y beber esa sangre. Recordar a esas personas
que han fallecido y que otros años participaban con fe en la procesión, pedir a
Jesús, Amor de los Amores, nos ayude a saber perdonar y amarnos
Meditemos las
lecturas y el evangelio con paz y amor.
Hermanos: El
cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y
el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es
uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del
mismo pan.
Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo
vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Nos ponemos
ante el amparo de la Virgen María, consuelo de los afligidos, toda la creación
y todo hombre y mujer, para que nos lleve a Cristo, Luz de los pueblos, con el
fin de que se renueve la faz de la tierra y la faz de los pobres.
Le pregunto a
Jesús cómo vivo la Eucaristía. ¿Valoro la comunión? ¿Me da fuerza?
Yo siento una
gran alegría cuando recibo a Jesús a las ocho de la mañana y lo llevo conmigo
dentro de mi corazón a mi ambiente; me da fuerza y paz.