Terminamos el Tiempo Pascual...,
terminamos el mes de Mayo..., y retomamos el Tiempo Ordinario emplazándonos en
la IX Semana.
Hoy contemplamos en el Evangelio, una de
esas veces en que el Señor es puesto a prueba por medio de una pregunta de
doble filo, o lo que es lo mismo una trampa dialéctica…
El Señor los escucha atentamente, y una
vez que han formulado su pregunta capciosa, con una suavidad, tacto, y
delicadeza exquisita, va y les dice a sus interlocutores: “Traedme un
denario, que lo vea”, y así podré responder a vuestra pregunta… Le
trajeron un denario, la moneda oficial del Imperio romano en aquel entonces;
esta moneda llevaba la imagen del emperador Tiberio, y una leyenda que afirmaba
su divinidad… Y entonces Jesús les responde con una frase lapidaria… “Lo
que es del Cesar pagádselo al Cesar, y lo que es de Dios a Dios…” Dice
el texto que “se quedaron admirados” por la respuesta….
Jesucristo reconoce la autonomía del
poder civil..., pero rechaza su divinidad, ya que no la tiene…, y afirma algo
importante: “Dad a Dios lo que es Dios…” Esto significa que
Dios no se identifica con ningún proyecto político, que tenga como base la
divinización del hombre, pero si apuesta por el servicio de las necesidades del
pueblo, y en concreto de los más necesitados...
Nosotros nos encontramos en otro momento
histórico y social, pero el tema de los impuestos sigue vigente, de una u otra
manera… Como cristianos no podemos evadirnos de la responsabilidad social que
tenemos ante los mismos, pero también es cierto que nuestra caridad cristiana
está por encima de todo tipo de impuestos… El cristiano va mucho más allá de lo
que ordena la ley, y la supera con crecer, en la medida de sus posibilidades
sociales y económicas…
Hoy, a la luz del evangelio que
meditamos, podemos preguntarnos en nuestra oración personal..., si estamos
colaborando socialmente de un modo generoso, más que obligatorio, con las
necesidades de aquellos que han sido menos favorecidos socialmente..., o se
encuentran atravesando momentos difíciles...