Nos ponemos en la presencia del Señor
como cada mañana para empezar nuestra oración. Muchos le tendremos muy cerquita
en el sagrario. Qué suerte. Qué delicadeza la del Señor de quedarse junto a
nosotros y no pasar. El vino para quedarse junto a nosotros. No vino y se fue.
Él se quedó. No pasa. Está delante. Acampo entre nosotros. Se hizo hombre. Se
hizo Eucaristia. Pidamos que nos envíe su Espíritu, sin Él no podemos hacer
nada. La primera lectura es una invitación a estar atentos a Él. Él es el que
ora en nosotros. Él reza en nosotros, Él nos introduce en su comunión con el
Padre y el Hijo. Nos introduce en la familia trinitaria.
Pidamos su venida, Él viene en la paz,
en el viento suave, en el susurro. En esa brisa Él se nos comunica. Estemos en
la oración tranquilos, sosegados. Es el mejor momento del día. Ahora sólo
estamos Él y yo. ¿Qué puedo temer?
Y notamos que el celo por su casa nos
consume. Cuantas y cuantas personas nos vienen al corazón estos días en la
oración. Tantas personas con las que hemos mantenido contacto telefónico
durante esta pandemia. Tantas personas que se nos han ido, que están ahora
enfermas, solas o a las que no podemos llegar de forma presencial como otros
años. Y ahí la oración estos días se vuelve atractiva, poderosa, necesaria… El
poder de intercesión que tiene es el que nos permite mover sus corazones, tanto
de los alejados como de los cercanos.
Es el mes del corazón de Jesús, un
corazón que está abierto por amor. Un corazón que está unido a un sacrificio es
una víctima sacrificial. De ahí que nos hable de que nuestra vida debe estar
poseída de este sentido. A eso nos anima el evangelio, a cuidar nuestro
corazón, aunque exija un sacrificio. Ese cuidado que empieza por el control de
los sentidos, sobre todo la mirada. Vamos a pedirle un corazón puro, una mirada
limpia. Qué necesario proclamar el evangelio desde la vida, con nuestra vida,
con nuestro ejemplo. Nos camuflamos tan camaleónicamente. A veces la sal del
evangelio la diluimos tan fácilmente. El evangelio nos exige mucho, será que es
necesario si queremos tener una vida de unión con la Trinidad.